“Pamina / tú eres mi luz...”. / “Tamino, / tú eres mi cruz”. Quizá, esos dos versos logran compactar la historia de la ‘wambra’, secuestrada por el cóndor, esa ave que reina en el Hanan Pacha -el mundo de arriba, de los dioses-; del ‘awki’ -príncipe- que cayó en el Uku Pacha -mundo de abajo, de los muertos- mientras escapaba de una serpiente y, cómo, en busca de la luz, atravesó los tres pachas.
Un monumento fundacional surge a la vista. 30 quindes gravitan en el escenario centenario del Teatro Nacional Sucre. De fondo a la oscuridad, las aves andinas danzan sincrónicamente sobre las tablas. Sus alas, libres, despliegan destellos verdes, turquesas y naranjas. El ritual es acompañado por la transparencia sonora de las quenas y las zampoñas, instrumentos que confluyen en el patrimonio musical de la cultura andina.