El profesor habla a sus estudiantes: “Cuando desconoces la materia y emites algún comentario sobre ella, tu aserto estará cargado de imprecisiones y prejuicios. Por honestidad académica, deberías callarte, y hacer el esfuerzo por informarte, darte el tiempo para averiguar sobre el hecho en diversas fuentes, contrastar la información, escuchar al uno y al otro lado, y de allí a través de la reflexión elaborar tu criterio. Construyes pensamiento crítico”.
“Pero profe -pregunta Andrea, una de las estudiantes- ¿qué pasa cuando las fuentes están contaminadas, como en caso presente de la guerra Rusia-Ucrania, donde todos los medios, de uno y de otro lado del conflicto, dicen verdades a medias, hacen descarada propaganda, falsean u ocultan la verdad, presentan solo un lado, emiten noticias falsas, con la clara finalidad de manipular las consciencias de la colectividad?”.
“Ciertamente -responde el profesor- en la guerra, una de las primeras víctimas es la verdad. Te obligan a alinearte. Construyen un relato y te lo meten en el cerebro. Es un momento oscuro donde todo es blanco o negro. Eres amigo o enemigo. El pensamiento libre es perseguido y sin condiciones ni capacidades de respirar. Sin embargo, es donde hay que trabajar más, escarbar en fuentes alternativas, sobre todo, y aprovechando del internet, buscar información alternativa a la oficial, ubicar otras voces, quizá las de las víctimas. También es recomendable introducirse en la Historia, que es un gran informante”.
La historia nos dice que en la primera y segunda guerra mundial el telón de fondo fue el juego macabro de muerte y destrucción de poderosos intereses, que disputaban el control del mundo, manipulando las fibras íntimas y sensibles del nacionalismo. Hoy algo de eso estamos presenciando. Lucha de imperios por un nuevo orden global, juego de tronos demencial, entre nuevos zares y reyes del dólar, donde los muertos y el sufrimiento lo ponen los pueblos, obligados a pelear y morir por himnos y banderas.