El politólogo y catedrático universitario Jorge León Trujillo falleció a las 13:00 del domingo, 3 de diciembre del 2017, en Montreal, Canadá, debido a un cáncer que lo aquejaba desde meses atrás. Su familia confirmó el deceso a este Diario.
Por fin, Alianza País y su “cúpula correísta” han tendido la mesa para el gobierno de Moreno, pero no es en lo económico ni la situación del Estado, sino a nivel político. La esperada y cuasi mágica cifra de la división de legisladores de AP, es un gran regalo para el gobierno y puede serlo para Ecuador si el Presidente maneja la situación en consecuencia. La mayoría correísta no es más, se redujo a 23 legisladores. La mayoría que apoya al gobierno, es el doble y cinco están indecisos.
Dormir como el enemigo es un riesgo de muerte; gobernar con el enemigo es además una irresponsabilidad y un modo de llevar al desgobierno.
El regionalismo y el nacionalismo de cada cual se volvieron paradisíacos, condenables, en cambio, el del otro junto al separatismo. No sé si haya otro movimiento separatista que suscite tanta primera página periodística o esté en todos los noticieros de radio y TV u opiniones como el de Cataluña. Más que razones hay pasión y poca objetividad. En América Latina, salvo excepción, unos hacen suyos los argumentos de Madrid, otros del separatismo catalán, difícil comprender el por qué y lo que está en juego en el conflicto actual.
No bastan las emociones ni las buenas intenciones para la votación en el referéndum, es indispensable esclarecer las preguntas, sus implicaciones legales, políticas y sociales. Esto es cuanto más urgente que la democracia para consolidarse tiene que ser con decisiones debatidas, sino también porque hay una continuidad de las prácticas de la época de Correa en sus leyes con una introducción rimbombante “revolucionaria”, a la cual siguen defendiendo sus seguidores, pero la ley era de otra naturaleza. Se pasaba gato por liebre.
“Ecuador necesita un sistema como el del Vaticano”, era la conclusión con la que un miembro de Alianza País y cercano a Correa, trató de convencerme antes de un debate de TV sobre la reelección indefinida. Esto indicaba que la democracia no importaba, pero servía para obtener el voto y ser gobierno. Consideraba que se evitaba conflictos, se dejaba libre acción al gobierno y que la sociedad estaría en paz. Revelaba un deseo autoritario con un caudillo, con una iluminación como la papal para todo definir y exigir obediencia.
Si los rumores de referendo y asamblea constitucional se concretan, es probable que el peso de las organizaciones políticas cambie y, por lo mismo, la composición del legislativo. El voto para el referendo o para escoger asambleístas modificaría el peso de Alianza País en el legislativo.
Cada día los ecuatorianos constatan que la concentración del poder, con sus abusos y con la corrupción generalizada, no fueron hechos excepcionales, sino un sistema creado expresamente.
Escoger un nuevo vicepresidente o vicepresidenta es una eventualidad cercana. Conviene que la sociedad intercambie criterios para la selección, no tanto enmarañarse en una u otra persona. Moreno y el Legislativo necesitarán de esas opiniones.
El sistema de Correa pierde aceptación y muestra sus lados negativos para la convivencia, la sociedad y el gobierno. La corrupción aparece por todos lados a pesar del esfuerzo de AP por todo esconder y justificarse en un inconsecuente discurso de luchar contra la corrupción. El deterioro crecerá y es ya incontenible. Nuevos datos crearán posiblemente una vergüenza pública y ensombrecerán aún más a AP, aunque siga pretendiendo que su esfuerzo es por más equidad y participación.
Tener miedo, ese temor paralizante que enciende las alarmas ante algún peligro, a lo mejor crea pánico, aprensión y paraliza a la persona, fue lo que no pocos ecuatorianos tuvieron con Correa. En defensa, escondieron o camuflaron sus ideas, algunos prefirieron el silencio a la palabra con verdades molestas o no actuar según sus convicciones.
AP rehúsa el cambio. Se empecina en su pasado y pierde posibilidades de ser un partido que aporta a la democracia y la participación. Hace notorias las manías de los que tienen algo que esconder en lugar de sembrar transparencia política que hace diez años prometió. Entonces, recurre a la manipulación, de ahí la importancia de los medios “públicos”, a la distracción con los asambleístas en los “territorios” o al doble discurso. Lo contrario de lo que un partido renovador debería ser. AP se encierra en la era de Correa.
Las sociedades que quisieron imponer la igualdad desde arriba no lograron mayor equidad. Los países nórdicos son los más igualitarios sin un sistema autoritario ni verdad única.
Moreno ha propuesto dos medidas contra la corrupción que no van en el mismo sentido y pueden ser contrapuestas. Un Frente cuya composición no suscita confianza y puede servir más bien a otros fines que una clara lucha contra la corrupción del reciente período. Y el novedoso pedido a la ONU para que forme una comisión sobre la corrupción en Ecuador. Esta demanda tiene aspectos positivos y negativos. Ecuador tiene, sin embargo, medios legales y gente que asumiría muy bien lo que la ONU haría, eso desde luego si AP por ética se distanciara de las instancias para analizar y tratar la corrupción. Lo contrario del Frente que Moreno creó.
La mayoría legislativa blinda al Vicepresidente de todo, lo cual ya crea dudas, cuando él debería comparecer formalmente, no como invitado, para explicar su responsabilidad política en los sectores estratégicos.
El nuevo gabinete de Moreno suscitará muchos optimistas y otro tanto de frustrados. Pero en los hechos, imaginar un cambio significativo resulta inapropiado. Gana el continuismo, por el número de funcionarios del pasado que ocupan puestos clave, y porque parte de ellos se convirtieron en promotores, más papistas que el Papa, de lo que el gobierno anterior proponía. ¿Acaso, habrá que esperar una nueva conversión? Lo correístas predominan.
Ecuador es sorprendente. Muchos ecuatorianos no ven así su país, no se ven ellos como excepcionales, pero su vida colectiva lo ha sido. Su vida política dio espacio a la contestación y formó antes una “isla de paz”.
Una campaña electoral es una ventana abierta de lo que es una sociedad y su sistema político. Lasso, por ejemplo, nos mostró esa frecuente actitud en los políticos de mantenerse en su campo de ideas; hizo de sus posiciones intocables, inmutables, cuando las circunstancias le obligaban llegar a terceras posiciones. No supo captar que debía encarnar a un conjunto pluralista, diferente del credo neoliberal de CREO. Asumir la diversidad no es simple.
El CNE no limitó las dudas sobre sus procedimientos, las ahondó. Ecuador entonces se apresta a repetir las dudas sobre los resultados electorales de abril. Pésima situación para legitimar a un ganador, ello atiza conflictos y confrontación. Las dos campañas electorales tampoco contribuyen para clarificar las opciones.
Para una parte del electorado la decisión es simple entre escoger a Glas o a Moreno, sin embargo para un buen tercio del electorado no lo es. Ello a pesar que más que una opción de planes de largo plazo, crece la idea que un bien supremo actual dar la vuelta a la página de AP. Pero Lasso suscita aprehensión y reticencia para votar por él, aunque varias organizaciones sociales que vivieron la persecución y divisionismo de Correa, anunciaron que es mejor otro gobierno que el actual.