Por primera vez en la historia hay políticos de izquierda que llegan al poder político no a gestionar la crisis sino una larga bonanza. La izquierda antes logró aceptación cuando los contendores se deslegitimaban con un inicio de crisis. Le tocaba gestionar la crisis y responder a las expectativas de distribuir la riqueza y mejorar las condiciones de vida. Distribuyó la riqueza pero no supo manejar la economía o se empantanó en cambiar el sistema a golpe de nacionalizaciones, sin asumir la idea de proceso. Distribuir lo que hay, con cajas fiscales disminuidas, conllevaba inflación de inmediato y pánico en productores y comerciantes, no digamos en exportadores, banqueros y afortunados. La inflación rápidamente suscitaba descontento que era visto como fruto del gran complot de los oponentes, lo que junto a la oposición de los lesionados económicos suscitaba esos contextos para rápidamente quitarle el poder.
Los Carnavales se multiplican y son más sofisticados que antes. Barrios, ciudades y pueblos quieren distinguirse con su carnaval. Si bien festejar es la meta principal, algo o mucho dicen estas fiestas del Ecuador de estas décadas, en que migrantes buscan su pasado y regresan a festejar en su lugar de origen; que nuevos pobladores de un barrio con sus comparsas marcan su nueva pertenencia urbana; que indígenas antes poco urbanos ahora reivindican el espacio urbano y una cultura propia para hacer una fiesta moderna que sería en principio del pasado. Cada cual busca distinguirse con un Carnaval que tendría alguna novedad o una herencia.
La ID puede ser el reinicio de los esfuerzos de tener una política con partidos y ser una real competencia ideológica para buena parte de AP. La política ecuatoriana está despartidizada con partidos desechos, organizaciones y programas poco diferenciables, que muestran nexos con sectores de la sociedad.
América Latina tiene dificultad en captar la amenaza del integrismo religioso y del “radicalismo islámico”. Sin embargo, el atentado a Charlie Hebdo (CH) y el ataque a la libre expresión banalizan el pluralismo y el laicismo que en América Latina están amenazados.
El Gobierno tiene gran imaginación en encontrar justificativos para sus acciones. Sin reparos en las contradicciones, hace que el papel aguante más de la cuenta y que la palabra presidencial se especializa en estirar las palabras más allá de los significados. En sus fallidos códigos laborales, por ejemplo, flexibiliza las relaciones de trabajo y lo justifica con el acceso a la seguridad social a las amas de casa. Justificaciones a la carta que el sistema de propaganda esconde lo injustificable.
Pocas personas tienen el sentido de lo auténtico, de buscarlo y de serlo, lejos del doble discurso y la no-transparencia. Es lo que uno hace que se es. En nuestras obras, simples o complejas uno puede camuflar sus dobleces, hacer el inverso de lo que se predica, moldearse a la imagen de conveniencia. El libro, el discurso, la pintura o la película pueden prestarse para ello.
Dos atentados contra militares canadienses, en dos días, cuatro muertes, dejan la conmoción colectiva oscilante de pánico, incertidumbre o racionales defensas de que prime el pluralismo, la democracia y el respeto a los derechos, a pesar de la tentación conservadora de todo controlar.
jleon@elcomercio.org Laprotesta violenta crece, hay en Ecuador o en Europa, Japón o en América Latina. Junto a ella, aunque no necesariamente tiene relación, crecen los grupos anarquistas. ¿Por qué se producen?
Es caricaturesca la situación actual de un potente Israel, que reitera que es su último recurso una cada vez última matanza para terminar con la última amenaza de una resistencia que considera indebida. Israel dispone del apoyo sin restricciones de EE.UU., armas, dinero y justificaciones; los votos y lobby judíos pesan tanto como la geopolítica. Europa calla o, aunque crítico, su apoyo es decisivo.
Parece normal que el Gobierno se empeñe en hacer desaparecer los contrincantes, en esta vez, cuatro partidos salen del registro electoral: PRE, Prian, Ruptura, MPD. Haría parte de verse en redentor e imprescindible; lo que todo permite. Alianza País se beneficiaría de tener menos contrincantes, de izquierda en la Sierra y populistas en la Costa, dos sectores electorales de AP.
El Gobierno apuesta a que la represión, aparentemente legal, da mejores resultados que el convencimiento pluralista hecho del debate de ideas y tolerancia. Pero eso lleva a resultados contrarios.
Asistimos a la simple disputa de poder en el mundo. El tránsito a la consolidación de múltiples polos de potencias en competencia deja poco a poco en segundo lugar al predominio de EE.UU. Sin embargo, el mundo emergente no tiene ideas ni proyecto alguno que lo articule, aparte de la oposición a esta potencia hegemónica y el incremento de nexos comerciales y financieros. Las potencias de subida se definen por el pragmatismo primario.
Las comunidades de “arriba” y las de “abajo” se disputan en la tradición de facciones o “partes” que caracteriza a los pueblos andinos, pero la animosidad con que ahora los danzantes se enfrentan en Cotacachi la han convertido en lógica de guerra y de enfrentamiento violento.
¿Vale la pena reformar la Constitución? Se argumenta fundamentadamente que la mayoría de las propuestas del Ejecutivo para modificar la Constitución no son enmiendas sino cambios de fondo, unos relativos a derechos de la persona que merecerían inclusive una nueva Constituyente, otros como los relativos a la organización del Estado que requieren referéndum y la minoría son enmiendas.
Ecuador no logra bien situarse ante la inevitable mundialización. En sus crisis de los 90 se disputaban librecambismo y proteccionismo. El primero sin otra estrategia que rendirse a las imposiciones del norte pretendiendo llegar a su gran mercado y el proteccionismo sin otra estrategia que limitar la competencia externa. Fueron defensas espantapájaros en un mundo que se integra día a día.
Mientras las izquierdas se deshacen y, como acontece con organizaciones que se definen ante todo por la ideología, se fraccionan; en cambio, las derechas extremas en Europa logran más votos, como sucedió en las últimas elecciones al Parlamento europeo.
La restauración conservadora es el nuevo lema de la ya reiniciada campaña electoral gubernamental. Hay que precisarla. Crecen corrientes conservadoras en el mundo; unas pueden ser la búsqueda de algún pasado idealizado y consideran indispensable un nuevo proteccionismo económico; otras lo contrario. Los conservadores quieren varias políticas económicas.
La llegada a un país la da el aeropuerto. Puede ser acogedor o no, algo que da la impresión de estar en un país que tiene algo de propio y singular. Pero no hay nada más decepcionante que ir a un aeropuerto más aburrido que otro. El de Quito se parece a cualquiera de Canadá, a los buenos constructores que son los canadienses, les faltó un mínimo de imaginación. Y a los contratistas locales y al Municipio un mínimo, un elemental sentido de país, de abandonar la mentalidad que considera que lo bueno es lo del Primer Mundo anglosajón. Este de Quito es un aeropuerto de Norteamérica cualquiera, sin el menor encanto, un simple homenaje a lo cuadrado y al cemento armado. Y no es que no se les advirtió antes a los concernidos con las decisiones, sino que no hay la pasión por hacer las cosas con personalidad propias a nuestras culturas y búsqueda de innovación. Es la mayor decepción.
¿Hay espacio para la realidad si molesta? En una entrevista a Correa, Ana Pastor le preguntó si cometió errores, es decir cuál es el espacio de la autocrítica si se reconoce errores. Respondió que se ha equivocado en nombramientos de funcionarios, como el de A. Acosta a la Constituyente. En suma, no cometió un real error, otros lo cometieron.
Es difícil no estar de acuerdo con Correa sobre las exageraciones dadas a la idea de plurinacionalidad en Sarayaku, yendo más allá de los derechos reconocidos para los pueblos ancestrales. Y al inverso, mal se puede aceptar el despliegue de recursos estatales y condenas del Gobierno a las razones de Sarayaku de autonomía indígena. Aunque, ante un desplante hecho a la autoridad del Estado, por los tres condenados por la justicia y por el dirigente indígena, pueda entenderse que el Gobierno no admita el precedente de que Sarayaku sea territorio con soberanía. Pero es claro que los perseguidos por la justicia también tienen razón al disponer de una decisión de protección de una instancia internacional (CIDH) que ha sido reconocida por el Estado.