El pan –su olor, su textura, su crujido– tiene la capacidad de despertar al ser lujurioso que nos habita; tiene algo que hace que uno lo quiera tocar, oler, mordisquear… cuando lo tiene delante. Es una reacción humana, un impulso atávico, y pasa en cualquier panadería, por eso pasa también en Hay Pan, el juguete nuevo de Jérôme Monteillet Durin, el dueño del restaurante Chez Jérôme.