Dos días antes del partido con Paraguay, Jefferson Montero llamó a su padre Pedro, quien estaba en su finca en las afueras de Babahoyo. Se sentía triste e impotente. La fatiga muscular que tenía en los isquiotibiales de la pierna derecha lo iba a dejar fuera del partido con Paraguay. "Me dijo que no quería perderse el partido. Le pedí que tuviera confianza, que le rogara a Dios y que hiciera todos los ejercicios para rehabilitarse", le confesó ayer a este Diario su progenitor, en uno de los descansos de su actividad como agricultor en la provincia de El Oro.