Los grandes negocios de hoy no nacieron de grandes capitales, sino de grandes ideas. Y mucha pasión por lograr algo. Se fundaron en garajes (Dell), o en cuartos de universidades (Facebook). No fueron ideados por graduados de grandes escuelas, sino por personas con especial creatividad, desafiando lo imposible (iPod) y usualmente impactando la productividad de fábricas, instituciones y personas con alguna tecnología.
Muchas empresas y personas tratan de imitar casos exitosos de innovación para cubrirse de la híper-competencia o salir de la mediocridad. La mayoría de las veces sin éxito. La innovación solo se encuentra cuando hay la actitud apropiada que pone en el ADN de las personas y las instituciones el permiso a experimentar, la voluntad de perseverar, y la capacidad de tolerar el riesgo y el error.
Peter Drucker, un académico innovador que inventó la gerencia como disciplina, decía que la innovación debe convertirse en una actitud mental, pero también tener algo de disciplina, proceso, orientación e incentivos. Las instituciones más innovadoras no son caóticas como uno podría imaginar, sino flexibles y creativas.
Las oportunidades de innovación no están dentro de las paredes de las instituciones. Están en la calle. Se encuentran en cosas simples como en temas complicados. Unos pocos ejemplos:
El auto más barato del mundo, el NANO, de la firma indú Tata Motors, revolucionó el mundo del automóvil al encontrar la forma de llegar a consumidores más necesitados pero con pocos recursos económicos, algo impensable para los grandes colosos de la industria. Una empresa con 10 años en el mercado superó a los tradicionales que inventaron la producción en serie de los autos a motor hace casi 100 años. La forma de hacerlo fue una simple pregunta al ver una familia de 4 personas montada en una moto insegura en las calles de India: ¿es posible ponerlos en un auto que puedan pagar? Y buscar con dedicación la respuesta.
La experiencia de Ikea, firma que inventó los muebles para armar, es algo parecido. La idea salió cuando embarcaban en un camión, con enorme dificultad, algunos muebles para entregar a un cliente, situación que era cotidiana. Les demoró años conseguir el modelo apropiado, pero cuando lo lograron, agregándole diseño y tecnología de alta productividad, dominaron un mercado mundial.
Para ser innovador, hay que crear la cultura, es decir, la actitud y el ambiente; aprender a tolerar el fracaso, perseverar, y estar siempre atento a los cambios (sociales, culturales o económicos), a lo que no funciona bien, a lo que no existe pero es buscado, a lo que nadie busca pero puede existir, a lo imprevisto, a los fracasos anteriores, a las presiones por un mundo más sustentable y limpio de carbono. La mente abierta, sin paredes, ni fronteras, facilitará la búsqueda y el encuentro con el éxito.