Trabajo infantil

¿Es el trabajo infantil la triste, pero inevitable, consecuencia de la pobreza y el subdesarrollo? Algunos aseguran que sí. Desde este punto de vista, se torna esencial primero eliminar la pobreza y avanzar hacia una economía moderna, donde predomine el sector de servicios, de tal forma que los hogares dejen de depender del trabajo de sus hijos. Sin embargo, alrededor del mundo hay cada vez más evidencia de que este no es siempre necesario. Por ejemplo, según Human Rights Watch (el Observatorio de los Derechos Humanos), hay cerca de 115 millones de niños trabajadores en la India, muchos de los cuales están empleados en condiciones de servidumbre. Pero hay importantes excepciones a la situación generalizada de la gran India. En la pequeña provincia de Kerala se han adoptado políticas progresivistas en los temas de educación y bienestar, desde 1957, y se ha eliminado el trabajo infantil. Quizás como consecuencia de estas políticas, o al menos en parte, Kerala se ha transformado en una sociedad de vidas largas, baja morbilidad, alto nivel cultural y alfabetismo universal. Al igual que Kerala, el Ecuador ha demostrado que se puede hacer mucho por los niños, aún antes de eliminar por completo pobreza.

El Ecuador logró reducir la probabilidad de que los niños trabajen y aumentó las oportunidades para que asistan a la escuela, más rápido que sus vecinos y que los países de América Central. Gracias a las confiables y consistentes encuestas de hogares del país, levantadas por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) desde el 2001, se pueden conocer las tendencias de uso del tiempo. El Ecuador ha reducido, en mayor medida que muchos otros países, la proporción de jóvenes que trabajan, tanto de aquellos que tienen un empleo y abandonan la escuela como de aquellos que combinan el trabajo y el estudio. El análisis de las encuestas anuales de empleo, a escala nacional, muestra una tendencia mantenida durante los últimos 8 años.

El Ecuador fue uno de los primeros países del mundo en ratificar la Convención de los Derechos del Niño (algo que los EE.UU. aún no lo hace). Desde que el país se adhirió al programa para la erradicación del trabajo infantil de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Una red de organizaciones que defienden los derechos de los niños ha logrado que la opinión pública se una en contra del trabajo infantil y a favor de la educación primaria. Estas redes incluyeron, además de los esfuerzos internacionales de la OIT y Unicef, la labor constante de algunos líderes de la Iglesia, como Mons. Eugenio Arellano en Esmeraldas y el padre Juan Halligan en Quito, y de organizaciones no gubernamentales.

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