Sin incendios

A estas alturas ya quemaron el año. Y supongo estará, la gran mayoría contenta, todos repletos, rebosantes de buenos deseos, mejores propósitos y buenas intenciones para este que acaba de nacer. ¿Será? Porque el año 2013 terminó con mucha leña atizando el fuego revolucionario, digamos, año movido del que quedarán humeando todavía algunas cenizas: quemaron a Pachamama y con ella prendieron la hoguera para enfilar a las ONG al mismísimo infierno; quemaron a los Yasunidos y afines defensores de la naturaleza haciendo inteligencia y espionaje entre los que recogen firmas para una consulta popular, volviéndolos sospechosos de algún complot desestabilizador; quemaron a Villavicencio y su voz opositora en días de pleno espíritu navideño; quemaron a Carlos Zorrilla y a los defensores de un Intag sin minería, con todo y manuales. Hasta el 'Chamo' Guevara y Elsie Monge salieron chamuscados.

El año viejo fue de candela pura: tragedias en la selva del nororiente, enfrentamientos a bala en el sur, censuras previas y no tan previas, un ambiente tenso que, como dijo el actor Christoph Baumann en una entrevista, asfixia, igual que asfixia el humo que queda una vez quemado el viejo inunda las ciudades. Igual que ensordecen los petardos con los que se festeja que se acaba el año.

Como soñar no cuesta nada, y con los buenos vientos con los que suelen empezar los primeros días del año, podemos hacer un borra y va de nuevo, ¿no?: que reine la paz en los hogares ecuatorianos, que respetemos la Constitución y cumplamos con nuestras obligaciones, que no censuremos libros, ni rompamos periódicos, ni allanemos domicilios a la medianoche, que preguntemos en lugar de espiarnos los unos a los otros -que sale más barato (lo dijo el mismísimo Snowden)-, que los funcionarios medios hablen con la verdad en lugar de esconder información a sus superiores, que respetemos las diferencias y a las minorías, a los que piensan y viven distinto, que no nos ganen ni la intolerancia ni los linchamientos (mediáticos o directos), que tampoco seamos presa de la indiferencia o del miedo.

Que busquemos salidas pacíficas a los problemas, que aprendamos a escuchar, que optemos por el diálogo y luego por el consenso, por la discusión razonada y razonable entre las partes, por la reconciliación nacional, por la paz, por la vida, por la justicia, por un ambiente sano, libre y democrático. Ojalá la lluvia se encargue de apagar tanto incendio político y devolvernos las energías, el aire fresco y renovado necesarios para cumplir los proyectos de vida y para construir un camino de paz. Ojalá seamos más propensos a sumar en lugar de dividir, más propensos a tender puentes que a crear abismos infranqueables entre ecuatorianos. Ojalá aprendamos a escuchar, a no leer entre líneas, a no insultar al vecino ni al que piensa distinto. Bienvenido 2014. Y que sea sin incendios.

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