Telmo Arévalo Cuesta Redactor invitado En nuestra entrega anterior iniciamos el recorrido por el callejón de Huaylas y llegamos hasta Caraz. Hacia el oriente de esa ciudad, un camino lastrado en regular estado nos llevó, luego de 35 km, a la laguna de Parón, un lugar casi salvaje y no por peligroso, sino porque no se nota la presencia humana. Es una laguna de un color verde esmeralda, rodeada de altos nevados que forman un contorno impresionante y solitario. La montaña que se destaca es la Pirámide de Garcilaso, cuya espectacular forma se admira desde la cordillera Negra, varios kilómetros al frente. Luego de disfrutar de todo lo que esa laguna nos ofrecía, regresamos a Caraz para continuar por la carretera con rumbo sur, en constante y suave ascenso.