Un hotel actual con sabor añejo

La parte nueva. La piscina es uno de los elementos constructivos que más atraen. Está cubierta por una celosía transparente. Foto: EL COMERCIO

La parte nueva. La piscina es uno de los elementos constructivos que más atraen. Está cubierta por una celosía transparente. Foto: EL COMERCIO

Las cabañas con 37 habitaciones armonizan perfectamente con el ambiente natural. Fueron construidas con madera, piedra volcánica, vitrales, teja y el infaltable hierro forjado, que les confiere una apariencia de casa de campo rústica, cálida y familiar.

Si se tratara de premiar las buenas ideas, Samari debería recibir un galardón por su original arquitectura y su propuesta de ‘ecuatorianidad’ en el uso de los materiales de construcción y en la elaboración de la comida nacional con un profesional toque gourmet.

Los largos corredores tienen pisos de cerámica y paredes de piedra, donde cuelgan cuadros de diversos artistas tungurahuenses.

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Cada recodo está adornado con una pieza u objeto que formó parte de la cotidianidad de otras épocas. Hay, por ejemplo, planchas de carbón, ollas, máquinas de escribir y de coser, cajas registradoras, sillas de ruedas, bancas de madera torneada y otros. Son cientos de piezas diseminadas y que le dan a Samari la bien ganada reputación de museo-hotel.

La mampostería tiene vigas de madera oscura que resaltan sobre las paredes inmaculadas.

Las chimeneas de las habitaciones y los marcos de los amplios ventanales fueron elaborados con piedra volcánica del Tungurahua. La teja de los techos altos llegó de Pujilí y los muebles son de San Antonio de Ibarra.

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La decoración de los jardines también sigue esa línea. Las plantas y flores originarias de la provincia abundan.

“La decoración de cada rincón fue pensada para darle armonía y sosiego a todo este conjunto bajo los lineamientos del Feng shui (viento y agua). Cuidamos de que el agua siempre esté corriendo, mientras los espacios se llenan de luz natural y música ambiental relajante. No hay cables cruzados por ningún lado”, explica Tania Delgado, administradora.

El buen gusto de Samari tiene que ver con la sencillez de sus arreglos. El cuidado de los detalles es su característica. Por ejemplo, es agradable llegar a una habitación y hallar un recipiente hermoso con las frutas frescas de temporada. Además de pétalos de flores dispuestos sobre el albo y mullido edredón.

Felipe Rivadeneira, chef responsable de la gastronomía, considera que en la actualidad hay un ‘boom’ del arte gourmet en la comida nacional.

“Samari no está al margen de esta tendencia. Contamos en toda el área de cocina con personas capacitadas dentro y fuera del país”.

La buena comida también atrae comensales nacionales y extranjeros que buscan los platillos ecuatorianos bien elaborados y primorosamente servidos en vajillas claras de porcelana que descansan sobre mesas talladas que recuerdan los estilos medievales por sus grandes chimeneas.

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