La guitarra es un instrumento de cuerdas, pero con Vicente Amigo es también de viento, de esas brisas que soplan desde la iberia flamenca, de esos aires que solo logran hacerse con pasiones y sentimiento, que suenan con el rasgado y con el punteo.
El guitarrista sevillano (aunque criado en Córdoba) volvió tras seis años, a presentarse en el tablado del Teatro Nacional Sucre. Esta vez llegó con los temas de su séptima placa, ‘Paseo de gracia’. La voz grave y el decir pausado de Vicente Amigo, en una breve charla, hablaron de los caminos del flamenco y de su arte.
La expresión del ser flamenco se manifiesta desde tres aristas: el cante, el baile y la guitarra. Lo primero fue el cante que pronto se acompañó de la guitarra, después devino el baile. En el camino solitario de la guitarra, Amigo recuerda a una generación de grandes concertistas Serranito, Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar (este último su maestro junto a Merengue y el Tomate)
De entre los ritmos tradicionales, la soleá, la rondeña, la alegría, el fandango… Vicente se siente cómodo con todos; pero reconoce que le gusta mucho tocar por bulerías. A la hora de componer las cosas salen por naturaleza -dice-, entonces los parámetros de un tango o de una taranta acogen su expresión. Amigo prefiere no referirse a una personalidad ya conseguida en el sonido de su guitarra, más bien constantemente está a la búsqueda de algo nuevo. “Por supuesto –aclara– siempre respetando la tradición, en ella está todo, conocerla te da la posibilidad para buscar nuevos caminos que te lleven a buen puerto”.
Con esa conciencia ha jugado también con el jazz y el tango. Al tema de la fusión le tiene mucho respeto y solo la concibe trabajándola bien, sino no le parece verdad. “Además el público merece respeto”, dice con tono de rigor.
Cuando se siente tranquilo y consigue que la guitarra sea una extensión de sus sentimientos, el lugar por donde todo fluye, es innegable una conexión espiritual con el madero, la cuerda y la resonancia. Si bien en su disco de 1997, ‘Poeta’, se dejó guiar por la lectura de los versos de ‘Un marinero en tierra’, poemario de Rafael Alberti; Amigo dilucida que lo que él tiene que decir lo dice por su guitarra. “ Alberti lo decía con la palabra, con la escritura, yo lo hago con música. Ahí intento que queden reflejados mis sentimientos, mi verdad, mi amor, mi alegría, mi tristeza…”
Y así anda por el mundo, guitarra en mano, sabiendo que al tratarse de seres humanos no existen los colores, sino los corazones; una enseñanza aprendida desde la tierra donde nació.
El concierto en el Teatro Sucre
La noche era fría. Para bien la música tiene esa capacidad de aliviar penas y ahuyentar incomodidades. Para bien Vicente Amigo estuvo ahí, en el Teatro Sucre con su guitarra y acompañado de músicos de calidad.
Hubo soleá y fandango, tango y bolero, bulería, taranta y rumba; hubo de todo porque en los nueves tema que compusieron el programa, Amigo supo hacer de la guitarra una voz que tanto acariciaba como desafiaba al público.
La alegría y el sentir profundo no solo se hacían desde los sonidos del instrumento, sino desde la actitud de los músicos (la sonrisa queda, la mirada al cielo, la mano agradecida). En apenas dos cuadros estuvo la guitarra en solitario, los otros se llenaron de palmas, de cante y baile. Con ‘Un paseo de gracia’, Quito vivió flamenco.