Tema

Fernando Tinajero

El lado abominable de la historia

Acontecimientos y personajes que nos llenan de vergüenza, abominables por la mezquindad que esconden y porque apestan a codicia, son los que ha decidido historiar Javier Gomezjurado en su último libro: un volumen de 400 páginas cuyo título nos llega como un puñetazo en el estómago: “Historia de la corrupción en el Ecuador”.

Memoria de un hombre bueno

Le vi por última vez hace dos o tres años. Algo en su rostro le daba el aspecto de un santo, o un sabio, o más bien, de un profeta.

Una larga piel de camaleón

Sucede lo mismo en todas las iglesias: sus fundadores escriben textos rigurosos que contienen proposiciones respetables, porque no son el fruto del capricho sino de profundas, prolongadas y a veces tortuosas meditaciones.

Una adquisición para siempre

Había pensado agregar esta página a mis reflexiones sobre la condición humana en esta época dominada por la tecnología y la codicia, pero la aparición del primer volumen de las Obras Escogidas de Aurelio Espinosa Pólit, S.J., me obliga a modificar mi programa.

La novedad de lo nuevo

¿Qué tiene de verdaderamente nuevo un mundo que parece ya no ser el mundo de ayer? Sé muy bien que todo intento de responder a esta pregunta de una sola vez fracasará de antemano.

Recuperar el Quito solidario

Cuando esto escribo se encuentra en pleno desarrollo la sesión del Concejo que debe tomar una decisión sobre los pedidos de destitución del alcalde que han sido tramitados durante las últimas semanas. Independientemente del resultado de este proceso, me parece que el hecho mismo de que se haya llegado a este punto merece una reflexión.

El rostro de los días

Llevo ya más de un año sin cruzar la puerta de mi casa, y este radical confinamiento me ha mantenido hasta ahora, junto a los míos, libre de los contagios y la muerte. Estuve citado para la vacunación ofrecida por el Ministerio de Salud, pero vi la noticia de las interminables filas, las fatigas, los extenuados rostros de otros ancianos como yo, y preferí no exponerme todavía. No sé cuándo llegará la seguridad de una atención sin demoras, ni confusiones, ni prolongadas exposiciones al riesgo de contagio, precisamente cuando se busca la protección de todos los contagios. Sigo, por consiguiente, recluido en mi casa, escribiendo a mis amigos y recibiendo sus cartas, y borroneando papeles porque no puedo abandonar el oficio más solitario de este mundo.

La tolerancia

Un viejo amigo, con quien compartía enotro tiempo conversaciones encendidas que hoy se han reducido a esporádicos correos, acaba de escribirme en uno de ellos que “lo mejor de la elección de Lasso es que podremos hacerle oposición sin temer sus represalias”, y como prueba cita la declaración relativa a la intención de derogar la Ley de Comunicación, que es una de las perlas del autoritarismo.

Otra decepción

Imaginemos que después de 40 años de ausencia, durante los cuales no he recibido ninguna noticia del Ecuador, regreso al fin, me entero de mi obligación de votar en las próximas elecciones y de la oportunidad de orientarme escuchando un debate entre los candidatos finalistas, a quienes, desde luego no conozco. Veo entonces muy atento la transmisión del debate y decido... Pero ¿qué puedo decidir? Nada. Con lo que he visto y oído, no puedo decidir nada.

Los desvelos

ftinajero@elcomercio.org En 1655 Londres fue asolada por la “gran peste”. Daniel Defoe tenía entonces cinco años, pero pasaba ya de los setenta cuando se valió de los apuntes que había hecho un tío suyo, para escribir un relato de aquel flagelo como si fuera el reportaje de un testigo, y con tal apariencia de autenticidad, que llegó a incluir las estadísticas de los enfermos y los muertos.