El último feriado de 2022 estará compuesto de tres días de descanso obligatorio y que no son recuperables.
Entre las hojas de árboles sacudidos por motosierras emerge una voz frágil: “El calentamiento global me está matando, vuelo muy alto y me estoy achicharrando, volé y volé hasta encontrar un nuevo hogar y apenas me instalé lo mandaron a cortar. ¡Nooooo! Ese es mi árbol”.
Cuando se los podría ver alienados tras pantallas, satisfaciendo sus demandas de consumo o con sus manos limpias por la comodidad virtual; se los mira, también, reconstruyendo comunidades, trabajando en equipo, despertando un espíritu solidario. La publicación ‘Millennials Rising: The Next Great Generation’, en el 2000, auguraba que, pese a la expectativa negativa para esta generación, “están conectados para traer transformación social”.
Para ir adonde quiere, Josué Yépez no encuentra impedimentos. Ni el bajo presupuesto ni la distancia ni las largas horas de viaje lo frenan cuando se propone conocer nuevos sitios. Hace tres años, un revés laboral le empujó a su primera aventura. Como no consiguió un trabajo en una cadena farmacéutica, decidió que la mejor manera de invertir sus ahorros, antes de buscar otro empleo, era viajar hacia el sur.
Desde pequeño, Álvaro López fue atrapado por la tecnología. Navega en Internet como un marino experimentado. A diario se sumerge en Google y Facebook, dos de sus plataformas favoritas para buscar lo que necesita: entretenimiento e información.
El arte es la voz de su cuerpo. Ese cuerpo que es su primer entorno y a través del cual comenzó a construir una identidad propia y a cuestionar la de otras mujeres y hombres. Ha explorado esa identidad, desde la cocina, como el corazón del hogar, hasta legitimar el desnudo en un espacio público con un ejercicio artístico. También los espacios que los hombres necesitan para construir las nuevas masculinidades para entender la no violencia de género...
Bryan Torres sabe que detrás de cada escena perfecta hay muchísimo trabajo. Esto no se refiere solo a lo visual, tiene que ver con la construcción de cada cuadro de su carrera como fotógrafo de moda. Tiene 23 años, es de Cuenca y vino a Quito hace cuatro años para estudiar en La Metro.
La palabra es activismo y no militancia. El principio rector es distinto. El activismo es estar el día entero dedicado a los postulados que se proponen y tratar de llevarlos adelante hasta las últimas consecuencias, en la vida pública y en la vida privada. Y ese es el caso de la Asociación Animalista Libera. Son jóvenes. Veganos. No comer nada proveniente de un animal: leche, mantequilla o queso, por ejemplo, requiere, necesariamente, una posición política. Y por eso buscan incidir en las áreas de decisión. Por ejemplo: formaron parte de la redacción de la Ley Orgánica de Bienestar Animal, LOBA.
En el 2012 Marcela Morales regresó al país. Había pasado tres años en Berlín (Alemania), donde estudió una maestría en Resolución de Conflictos y realizó pasantías vinculadas a esa rama.
El hermano ‘sánduche’ de la familia Zúñiga Prudente tiene 19 años y trabaja desde los 17. Es Ángel Zúñiga, guayaquileño que se confiesa hincha del Barcelona SC y aficionado al reggaetón, sobre todo el de Nicky Jam y Maluma. Su corte de cabello de estilo urbano, que se asemeja al de los cantantes de este género, lo delata. Aunque su deporte favorito es el fútbol, desde que tiene dos empleos es poco el tiempo que le queda para practicarlo. “Antes jugaba más, ¿sí o no, mami?”, dice mientras mira a Karina Prudente, su madre. “Ya el tiempo no le da, es que llega cansado del trabajo a dormir y a veces toca despertarlo porque la gente viene a que les corte el cabello”, cuenta Prudente, madre de tres hijos. Zúñiga es, desde hace un año y dos meses, uno de los recolectores de basura del Consorcio Puerto Limpio, empresa que tiene a su cargo la limpieza de Guayaquil. Y, además, realiza cortes de cabello en la sala de su casa, que desde hace dos años se convirtió en una improvisada peluquería. Su
Maputo es silenciosa y tranquila. Lo primero que salta a la vista son unos cafetales, de hojas brillantes. Su color es el verde, cobijado aún por la neblina de la mañana que demora en despedirse.
Algo pasa en el barrio La Dolorosa de Chilibulo. Algo que le permite a su gente, el 70 por ciento de ella de escasos recursos económicos, vivir educada y dignamente, cobijada por la solidaridad, el afecto y el respeto mutuo.
En los pasillos, las risas contrastan con el pitido de las máquinas. Son un poco más de las 10:00, en una jornada un poco atípica en los laboratorios de bioquímica de la Universidad Técnica Particular de Loja. Y no porque un fotógrafo intente retratar el mejor ángulo de Luis Miguel Guamán y Sandra Cuenca, dos jóvenes investigadores del lugar. Más bien es porque en ese día Luis utiliza una bata blanca, intacta, que parece mimetizarse con unas paredes tan pulcras como su traje.
Antes de ir a su lugar de trabajo, Grace Morillo se detiene unos segundos frente a su armario. Escoge un jean grueso y una camisa de tela especial ignífuga (no inflamable), un par de botas de punta de acero y un casco con orejeras.
Su preocupación es identificar todas las funciones que ofrecen las máquinas instaladas en el amplio taller de mecánica del Centro de Tecnología Industrial de la Universidad Politécnica Salesiana, en el sur de la capital azuaya.
Prophet estaba listo para disparar. El muñeco del videojuego Crysis parecía firme sobre el escritorio de Milton Sancan Lapo, hasta que su dueño lo neutralizó en sus manos.
Todos los estudiantes de los cursos superiores de Arquitectura y Urbanismo lo saben: aunque nunca se incluye en el pénsum, la asignatura de ‘noches de insomnio obligado’ forma parte importante del currículo semestral.
La sordera postlocutiva conlleva una fuerte carga psicológica. Cuando un niño que ha aprendido a hablar pierde la capacidad de escuchar, no logra determinar qué tan fuerte está pronunciando las palabras; le es prácticamente imposible reproducir aquello que dicen los otros; entra en un mundo en el que, poco a poco, su voz se va apagando.
Algunas microalgas aún no tienen nombre ni apellido. Están ahí, en las lagunas del Ecuador, sin que se las pueda usar para curar enfermedades.Precisamente, porque no existe información exacta sobre sus componentes.
En la penumbra de una estrecha habitación, Kristofh Pozo declara su amor a primera vista por el audiovisual. Mantiene abajo las persianas de la única ventana que da a la avenida Diego de Almagro para evitar la luz del día sobre sus ojos.