Quienes ya pasamos de los 50 recordamos con claridad que en nuestra juventud -y hasta madurez- las funciones hogareñas todavía estaban marcadas con tiralíneas. Los hombres se dedicaban a sus actividades propias, y las mujeres a las suyas: es decir a cocinar, arreglar la casa, atender a los niños, ayudarles a realizar los deberes y tareas...