Hace algunos años, escribí un artículo con este mismo título, en el que me refería a los abusos cometidos con los carnet de discapacidad.
El asalto al Capitolio debe calificarse como lo que realmente fue: un intento de golpe de Estado. No prosperó, porque el vicepresidente, los senadores y representantes en su gran mayoría, demócratas y republicanos, cumplieron lo que ordena la Constitución de los Estados Unidos: proclamar y reconocer la elección del presidente Biden.
Es bien conocido que Voltaire fue un apasionado defensor de la libertad y la justicia. Por eso se cuentan por docenas aquellas frases que condensan su pensamiento en esa línea. Cómo no recordar, por ejemplo, aquella clásica relativa a la libertad de expresión “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”.
Con inusitada frecuencia encontramos noticias, generalmente escandalosas, sobre sucesos ocurridos en las cárceles del país (pues más allá de un lenguaje políticamente correcto, hay que utilizar las palabras que corresponden a la realidad de las cosas).
En octubre del año 2015, entró en vigencia la Ley Orgánica de prevención integral del fenómeno socio económico de las drogas y de regulación y control de uso de sustancias catalogadas sujetas a fiscalización”. ¿Lo entendieron? Nada menos que veinte y cinco palabras para denominar estrambótica, casi cabalísticamente, a una ley cuyo contenido todo el mundo habría identificado con facilidad si se llamaba simplemente “Ley de drogas”. Pero no, la modalidad directa de llamar a las cosas por su nombre no estaba bien en el reino insondable de la revolución ciudadana, en el cual todas las cosas debían tener un aire de misterio, y había que ser un iniciado para entenderlas y compartir su excelsa sabiduría.
En su último artículo, Felipe Burbano nos habla de los dilemas históricos del poscorreísmo, que consisten en la imposibilidad práctica de liberarse de la presencia perturbadora del ex presidente en los movimientos y pasos que se han dado con la intención de dejar atrás su nefasta herencia política. Se trata de una transición tormentosa, confusa, en la que parece que avanzamos y retrocedemos. Así es efectivamente, y solo el tiempo podrá finalmente poner las cosas en su lugar.
Sin pestañear, voté siete veces por el “sí”. Pero, ahora, una vez obtenido el resultado que deseábamos los ecuatorianos en su gran mayoría, me veo en el caso de puntualizar algunas dudas. Tal vez se trata de una incorregible tendencia profesional de buscar la quinta pata del gato.
El error inexcusable ha provocado un acalorado debate. Quisiera incorporarme al mismo, y me referiré a su delimitación semántica y su calificación como infracción disciplinaria.
Ha culminado el proceso de sustitución de siete jueces de la Corte Nacional de Justicia. Me parece oportuno formular ahora algunas preguntas, más allá del concurso y de su resultado, sobre las normas que actualmente regulan al más alto tribunal de justicia.
¿Puede ser inconstitucional una reforma o enmienda constitucional?
El culto a las últimas moradas de escritores, artistas y figuras culturales de una época o un país no es gratuito. Miles de personas viajan año a año a grandes cementerios para reencontrarse con los autores de textos memoriables, así como investigadores emprenden búsquedas exhaustivas para develar las circunstancias de un fallecimiento, o para conocer más sobre sus biografías.
Al cumplirse un siglo del nacimiento de Ernesto Albán Mosquera, conocido como ‘Don Evaristo’, la ciudad también celebró los 100 años del Teatro Ecuatoriano, tomando como referencia la trayectoria del reconocido comediante y humorista.
El álbum de los recuerdos está impecable, bien cuidado. Zarsocita aparece, bien peinado y sonriente, con Pedro Infante, con Antonio Aguilar, con el Dúo Águila y Son.