Nos preparamos para la Navidad con mucha antelación: el mundo comercial “hace su agosto” gracias a la impactante tecnología de última generación; y ¿qué decir del Año Nuevo 2012, renovado y nuevecito? ¿Será marzo o quizá junio, los meses que cumplirán nuestros deseos? Viajamos en un tren de consumismo que no tiene paradas, pasamos a velocidad por miles de estaciones, pero no reparamos en ellas: no queremos darnos cuenta de los momentos que dejamos de disfrutar de la vida, por mantener el ritmo de los tiempos. Sería bueno dejar por un momento de correr y mirar con atención a nuestro entorno: a nuestros padres, a nuestros hijos, a nuestros hermanos, a nuestros amigos; permanecer en silencio, reflexionar y dar gracias por la vida y por la paz que disfrutamos. Enero 2012 debe ser un mes diferente: que el espíritu navideño se quede entre nosotros.