En la edición de 16 de junio próximo pasado, EL COMERCIO publica un importante reportaje sobre lo que acontece en dos centros educativos de Quito: el Liceo Hontanar y la Unidad Municipal Quitumbe. Las comunicadoras, señorita Mónica Quinteros y señor Byron Rodríguez, revelan hechos que, a la par que destaca la labor de los maestros, permite abrigar un sentimiento de optimismo en toda la sociedad.
La educación, antaño más allá de la instrucción, tenía maestros que exigían alta disciplina; y quien no acataba, podía sufrir inclusive castigo físico. Pero el maestro de aquella época, por demanda de madres de familia, hacía el papel de padre para el efecto de imponer normas. Por ejemplo: una madre acudía al inolvidable maestro primario señor Floresmilo Marcillo y presentaba una queja, solicitándole un castigo contra el hijo que no respetaba reglas, pues el padre era casi nulo en esa misión. El señor Marcillo disponía que cuatro alumnos sostengan al rebelde; y él, personalmente, graduando la gravedad de la falta, le propinaba unos cuantos azotes con su cinturón. Era la figura de quienes, por años, fueron calificados como “padre y maestro”.
Esa época quedó atrás; y la experiencia muestra que un poco de violencia paternal para cultivar valores en los hijos, no los descarriaron; ya que todos –o casi todos- crecieron y actuaron correctamente en su vida.
En esta nueva época, el reportaje intitulado ‘Los maestros tutores también son padres’, revela cómo la maestra Guadalupe Carrillo, del Hontanar, siente orgullo al decir: “Soy una segunda mamá”; y una alumna –hija- revela: es una mujer exigente y apasionada. “Nos alienta a esforzarnos y nos presiona para que demos lo mejor”. Y quien lo dice –María Gracia Riofrío- tiene 17 años de edad y le hace bien la orientación de la maestra.
En la Unidad Quitumbe, el alumno Santiago Negrete, de 8 años, sobrevivió a la catástrofe de La Forestal, en Quito; y cruzaba una época difícil. Dice el reportaje: “El accidente afectó a Santiago. No podía concentrarse. Entonces intervino Freddy Peralta, el maestro dirigente del grado. Él cumple el papel de tutor, de papá en la escuela, ayuda a los chicos con problemas”.
Cada época tuvo y tiene sus bondades. Ni mucho, ni poco. Al parecer, una mezcla de los dos estilos contribuiría a una formación más amplia de los jóvenes, a quienes no les caería mal una sanción inclusive física cuando rompen reglas de respeto a los padres, a los maestros y a sus compañeros de estudio.
Estamos viendo cómo alumnas de secundaria aparecen embarazadas, por chicos todavía irresponsables sobre la paternidad; además del consumo de alcohol; y, peor, de drogas. Cuán tranquilizante es conocer que, actualmente, en los colegios realizan programas de información y orientación, más allá de las Matemáticas, la Geografía, la Historia, etc.