Presentamos a ustedes, para su consideración, el guión de un largometraje que potencialmente se intitulará‘Quito, 2022’. La cinta, que espera convertirse en una referencia obligatoria del séptimo arte, se encuentra bajo la cuidadosa producción de “Filmes Godzilla” y será estrenada en las salas de cine en los meses venideros. Así que, señores y señoras cinéfilos y cinéfilas, damas y caballeros, busquen su localidad, pidan una bolsa de canguil bien saladito, deléitense con unos perros calientes (para evitar la terminología imperialista de “hot dogs”) soliciten una gaseosa al expendedor más cercano, estiren las piernas y disfruten. Como verán se trata de un filme futurista en tres escenas, ciertamente inspirado en la ciencia ficción y con fuertes elementos de cultura urbana:
La historia política del Ecuador demuestra que los grandes caudillos han surgido de las grandes crisis, para poner orden y muchas veces también para ofrecernos gentilmente su mano dura. Así por ejemplo el general Juan José Flores -el primer presidente venezolano del Ecuador- regresó al poder después de Vicente Rocafuerte, sobre todo con el objetivo de lidiar con los problemas fronterizos con Nueva Granada (que así se llamaba Colombia). Así también Gabriel García Moreno, que es más precursor de la revolución ciudadana de lo que se podría creer, tuvo su momento de gloria en 1860 cuando el general peruano Ramón Castilla bloqueó el golfo de Guayaquil y firmó el Tratado de Mapasingue con el gobierno contrahecho de Guillermo Franco. El acuerdo con Perú, de acuerdo con Cordero Aguilar, “tuvo, sin embargo, la virtud no buscada de unificar a la opinión pública ecuatoriana en contra de Franco. Quito, Loja y Cuenca depusieron sus diferencias y se unieron en una gran cruzada nacional contra Guille
¿Es lícito que los gobiernos, alegando supuestas razones de seguridad nacional y cuestiones de ese orden, torturen y maten a sus propios ciudadanos? ¿Pueden los gobiernos reprimir a quienes piensen distinto y exijan sus derechos? Discusiones idiomáticas de lado, malentendidos, intervenciones y soberanías aparte, nuestra posición (me refiero a la del Ecuador) respecto de lo que ocurre en Siria produce vergüenza ajena.
Hasta ahora y gracias a Dios no me han encuestado, ni en persona ni por teléfono. Pero cuando me pregunten respecto de qué personaje me habría gustado conocer la respuesta será muy fácil: Ernest Hemingway. Estoy preparado.
Y ustedes que creían que el populismo era un invento de los tiempos posmodernos, ja. Y ustedes que creían que eso de tenernos dopados a punta de televisión y radio y de mantenernos contentos con los dineros públicos era un invento de las biorrepúblicas bolivarianas y peronistas, je je. Eso les pasa por andar enchufados a las cadenas nacionales y a los enlaces por la patria. Eso les pasa por andar usando a mansalva la tarjeta de crédito sin preocuparse por la educación de sus hijos. Eso les pasa por andar cobrando las quincenas y andar gastándosela en productos suntuarios gravables con todo tipo de impuestos. Eso les pasa por andar cobrando bonos y subsidios.
Como dulcemente recomendaban las abuelitas en los viejos tiempos, antes de las actuales vainas revolucionarias, de radicalizaciones y sobresaltos, es decir cuando las abuelitas podían tranquilamente dedicarse a tejer bufandas y a hacer miñones:
En buena parte de Latinoamérica, y en particular por estos lares, hemos destilado hasta el más exquisito refinamiento la variedad más perfecta del populismo. Es un nuevo populismo, un populismo ‘reloaded’, un populismo para los nuevos tiempos, uno que usa botox, un populismo en ‘high definition’ con ciertos ingredientes ‘blue ray’ y otros ‘android’.
Quiero saberlo todo. Quiero estar dentro de tu cerebro y lavarlo a placer. Quiero tener el control más absoluto sobre todo lo que me rodea, divino y terreno. Quiero inundarte de propaganda para que solamente pienses en mí, para que solo creas en lo que yo te digo, para que no tengas otra cosa en tu pequeña mente ratonil. Quiero bombardearte con información para que no tengas otra opinión, para que no puedas discernir entre el bien y el mal, para que no se te ocurra tener criterios propios. Quiero ser tu señor feudal. Quiero ser el patrón y el cacique de tu cuerpo y de tu alma. Quiero tenerte a mi merced las veinticuatro horas del día, siete días a la semana, trescientos sesenta y cinco días al año.
Cumplimos con advertir a las lectoras y a los lectores que este artículo ha sido intervenido, con el fin de mejorar y corregir sus mediocres asertos, por la Subsecretaría para la Transparencia de los Textos Periodísticos y de las Literaturas de los Pueblos, financiada con los dineros de las arcas nacionales bajo la partida presupuestaria No. 5683AH, para ejercer la rectoría sobre los contenidos de los artículos de opinión que pudieran distorsionar los hechos, manipular la verdad, oponerse a los postulados revolucionarios, perturbar la seguridad nacional, afectar la imagen de la Patria y de sus símbolos, desacatar las disposiciones de las autoridades públicas o entorpecer los derroteros del sistema de planificación. Después de la meticulosa y milimétrica lectura de parte de nuestras funcionarias y funcionarios de Estado, el texto, por mentiroso, vil, revisionista, artero y defensor de los más oscuros intereses, ha quedado redactado alternativamente de la manera que sigue:
Nos gusta que nos manden en vez de que nos gobiernen. Por eso preferimos, mil a uno, cualquier día de la semana, a los caudillos frente a los presidentes de verdad (por blandengues y timoratos). Por eso nos quedamos, claro que sí, con los gamonales y despreciamos a los administradores de la cosa pública. Amamos y admiramos a los caciques, y desechamos a cualquiera con aspiraciones de estadista (por aburrido y por monótono). Nos entusiasmamos con la mano dura, con la amenaza, con el insulto fácil y suelto de huesos, con el escarnio público, con la humillación mediática. Nos seduce la idea -la imagen- del gran jefe de turno a lomos de un caballo blanco, machete en mano o, qué mejor, pistola al cinto.
Al principio era fundamentalmente la confrontación y hoy es, cada vez con más intensidad y prolijidad, el miedo. El poder ya no guarda siquiera la compostura de las formas, al parecer le tienen sin cuidado sus credenciales democráticas, cualquier cosa que tenga que ver con su imagen internacional y las apariencias de cualquier tipo. El poder, despreocupado de momento por las amenazas de crisis económicas y más campante que nunca por el control de todo lo político, busca ahora infundir miedo y ajustar de una vez por todas cualquier tuerca que deba ser ajustada. Busca, ahora que se puede sin mayor obstáculo, coparlo todo y arrasar al que tenga la solvencia [censurado] para ponerse en el camino de lo absoluto. Miedo a informar. Miedo a opinar distinto. Miedo a contradecir el catecismo oficial. Miedo a dudar de las verdades reveladas. Lo que el poder busca, me imagino yo, es el silencio más dominante, la obediencia más bochornosa, la resignación más denigrante, que nos contentemos con ser
La apretada victoria de Ollanta Humala en las elecciones presidenciales peruanas la cae como una especie de anillo al dedo a nuestro bienamado régimen. Luego de la también sorpresivamente apretada victoria en la consulta popular, el Gobierno puede intentar reclamar como parcialmente suyo un triunfo claramente ajeno. Y nuestra política exterior puede aspirar un poco de oxígeno, aunque no tan fresco y también de segunda mano.