Son líneas que parecen no tener final. Círculos sobre la arcilla, huellas del esfuerzo para completar la jugada, llegar a la pelota, levantar la raqueta, encontrar el ‘break point’.
La lluvia cambia agendas y hasta el ánimo de las personas. También modifica la estética de las ciudades, sobre todo las de aquellas como Quito, en las que una mañana primaveral se transforma en una tarde gris, fría, húmeda y, sobre todo, más complicada.