¿Quién no ha escuchado la leyenda del doctor Fausto, diletante medieval que firma un pacto con el demonio pagándole con su alma los placeres terrenales que éste se compromete a proporcionarle? Goza Fausto de una vida febril y alcanza los conocimientos más extraordinarios pero, al aproximarse el ineludible plazo, cae víctima de angustia y depresión porque, viéndose lejos de Dios, anticipa su condena en las profundidades de la desesperanza.
Sus ojos creían haberlo visto todo: la desesperanza, la miseria, el abuso, la decadencia, incluso la muerte de seres queridos por falta de medicinas y atención médica, por hambre o tristeza, o quizás por una de aquellas balas que se dirigían de forma artera contra las multitudes con la certeza cruel de que alguna siempre daría en el blanco.