El último golpe militar asestado a las FARC con la muerte de su máximo dirigente Alfonso Cano, en el bombardeo del campamento que le servía de escondite, muestra cada vez más a una fuerza irregular desorientada y desperdigada que ha perdido su objetivo inicial, si alguna vez lo tuvo, más cercana a la delincuencia común que a esos grupos que en su momento, equivocados o no, tomaron las armas con objetivos políticos. Pero, si bien el estado colombiano ha tenido éxitos en el campo militar, la pérdida de espacio y aceptación de los insurgentes por parte de la sociedad transita por otras razones. Cuando Manuel Marulanda se lanza al monte a continuar su lucha armada la historia de Colombia era otra. El desarrollo del conflicto que está por cumplir medio siglo adquiere otro rumbo y deviene en un enfrentamiento, en el que los alzados en armas han intentado tomar por rehén a toda la sociedad. El pueblo colombiano ha rechazado esta práctica y, hoy por hoy, cerca del 90% de su población se opone a los medios de los insurgentes y los condena.
Colombia en los últimos años ha sufrido una gran transformación que le ha permitido realizar avances notables. Casi triplicó su PIB en 10 años, al pasar de aproximadamente 100 mil millones de dólares a 300 mil millones en el año 2010. En consecuencia, el ingreso por habitante mejoró en cerca de 2,5 veces en ese período. Sus reservas se triplicaron en 7 años. De 11.000 millones subieron a 32.400 a septiembre del año en curso. Su moneda se ha revaluado. Se vive una especie de “boom” económico. Pero no solo eso. El manejo económico ha permitido enfilar en contra de la pobreza. En nueve años el índice de pobreza ha caído cerca de 10 puntos y los de extrema pobreza en casi 6. Esto ha sido posible a través de un permanente y sostenido crecimiento económico, impulsado por un importante flujo de capitales. La inversión extranjera registra una suma cercana a USD 60.000 millones para la última década, lo que ha posibilitado dinamizar la economía y los sectores productivos, reduciendo el número de pobres.
La percepción del colombiano hacia la actividad empresarial es distinta a la que existe en otros lugares del continente. Una encuesta mostraba que cerca del 60% de la población mira positivamente que existan más empresas privadas y emprendedores. Es claro que la principal derrota infringida a las fuerzas irregulares no es militar, sino política. Los colombianos han rechazado la propuesta insurgente y los medios violentos . Bien cabría preguntarse en qué fase de desarrollo estaría Colombia si no se hubiesen gastado tantos recursos en una guerra fratricida, si no habrían existido atentados contra su infraestructura y si su pueblo, sin zozobra por la violencia, se hubiera enfocado al trabajo creativo. Más bien lo que ha existido es una lección para doblegar la adversidad.