La frase “No puedo seguir preguntándome si soy feliz, porque solo me hace más infeliz. No sé si creo en la verdadera felicidad” bien pudiera haber salido de un texto de Jean-Paul Sartre, Albert Camus o incluso de un filme de Woody Allen. Pero no. Reflexiones como esa provienen de la serie más existencialista de este siglo. ‘BoJack Horseman’ se terminó luego de seis temporadas en que pasó de ser un programa animado que contaba la triste vida de un actor olvidado a algo más profundo: una punzante indagación de la condición humana con el foco tenazmente puesto en la parte cruel del postestrellato. Sí, un caballo nos enseñó durante 77 episodios y seis años que ser un humano puede ser horriblemente... ¡inhumano! Quedarán para el recuerdo, y para las maratones televisivas de quienes lo extrañen, las desventuras de BoJack Horseman, un caballo antropomórfico que vive en permanente frustración desde que se canceló el programa en que era la máxima estrella. Su existencia se consume en acciones a