LA CRISIS ECONÓMICA

Si cabía alguna duda de los efectos de la globalización y la interdependencia de la economía mundial, el colapso de la economía griega ya no deja ninguna sospecha.

Hace algo más de un año, Grecia colapsó. Entonces se mostró que el sobreendeudamiento superior a los niveles técnicos aconsejados hacía crecer como bola de nieve sus impactos. Una infraestructura ostentosa que se construyó para los Juegos Olímpicos originó esta debacle, ayudada de forma irresponsable por autoridades que nunca pusieron freno al gasto fiscal y a una burocracia que creció de modo excesivo.

Entonces la Unión Europea creyó las promesas griegas, pero al cabo de un año, ninguno de los rigurosos ajustes ha tenido efectos y, por el contrario, sus solos anuncios provocaron fuertes protestas callejeras. La paciencia europea pasa factura a los países más sólidos, pues en medio de la crisis griega se vieron las costuras de otras economías frágiles. Ni Portugal ni Irlanda se ajustaban a los modelos de austeridad y por cierto Italia y España, tras varios años de hipnosis, sufrían estertores.

Las deudas de los llamados ‘Pigs’ han sido contraídas con bancos privados y públicos de países de estructura tan sólida como Alemania y Francia y el solo fantasma de un ‘default’ helénico les hace temblar.

Todo coincide en el mapa global con la crisis norteamericana, con el nerviosismo experimentado en las bolsas del mundo desde Wall Street hasta Tokio, pero con especial intensidad y justificación en los mercados europeos.

El Premier ruso advierte sobre los riesgos del sobreendeudamiento. La recesión amenaza nada menos que a Europa y Estados Unidos. Los modelos crujen. Los impactos planetarios son impredecibles.

Suplementos digitales