La lucha política se expresa en doble vía: por un lado desde la senda de aquellos que sustentan el poder y, por otra parte, desde la orilla de quienes confrontan al estatus quo. En esta asimetría, unos y otros, con la intención de obtener el predominio de sus perspectivas, pueden evadir las representaciones institucionales. Cuando aquello ocurre, la pugna posee el riesgo de transitar por el atajo impropio de exterminar a los adversarios para imponer los arquetipos estructurales que patrocinan.