Casi es “otro Quito” si se compara al de hoy con el Quito de hace medio siglo, años más y años menos. Se mantiene en pie el Centro Histórico, por cierto. La ciudad de los años cincuenta llegaba hasta Chimbacalle y la avenida Colón, mientras Cotocollao y Chillogallo, por el norte y por el sur, eran pueblos cercanos. Actualmente el sur tiene un millón de habitantes y el norte otro tanto. El resto suma alrededor del medio millón. La Quito del siglo XXI avanza hacia Guayllabamba y Tambillo y se van copando los tres valles. Todo esto al ojo, nos guste o no nos guste, sin estadísticas comprobadas y más bien como un prólogo para el tema de hoy. Las costumbres de la ciudad de ayer.
“Payasito, la lección…” era elgrito callejero y el payaso era el personaje de la temporada de disfraces. La fiesta de los Inocentes funcionaba en grande, tanto en las bromas del 28 de diciembre como en la temporada desde esa fecha hasta el 6 de enero. Los payasos trotaban por las calles, seguidos por los guambras y, en efecto, daban sus “lecciones” y a veces recibían sus dardos del público. “Payasito que no valís, a tu mama te parecís”, con respuestas muy variadas, entre ellas las antifeministas. “Las mujeres de este tiempo, son como el alacrán, apenas ven al marido sin medio, alzan el rabo y se van…”. Payasito la lección. Las fiestas populares adyacentes se daban en las plazas de toros Arenas y Belmonte y en el hotel El Patio, Casino Andaluz. Bailes nocturnos, con bailarinas nacionales e internacionales invitadas, entre ellas la famosa Tongolele. Sin miedo para salir y pasearse en las noches. La ciudad casi no tenía amigos de lo ajeno y los que metían la mano en los bolsillos, entre ellos el ‘Águila Quiteña’, se vanagloriaban de no ser criminales. Las bromas eran punto aparte, como cuentan los biógrafos del ‘Terrible’ Martínez. El Año Viejo era otra celebración movida y festejada. Con la fiesta familiar y la proliferación de muñecos, chamuscados al filo de la medianoche, representando a los personajes destacados del año, en medio de la lectura o recitación de los ingeniosos testamentos. Todo lo cual bajó de tono cuando, en los años sesenta, surgió la fiesta de Quito y se llevó una buena parte de las celebraciones de diciembre.
Al terminar esta nota apareció en los noticieros el tren recuperado en buena parte y nos volvió a la mente también un recuerdo. Si, viajamos alguna vez en el tren directo de Quito a Guayaquil, sin paradas en Riobamba, ida y vuelta. Con una travesía del río Guayas, inolvidable para los serranos que realizaban su primera incursión ferroviaria. Un tren que, con su espectacular Nariz del Diablo y su grato recorrido, entre montañas y descensos, fue el transporte preferido del público hasta que se dijo que el ómnibus había superado al ferrocarril después de medio siglo del reino de las locomotoras. Un retorno al ayer, interesante sobre todo para el turismo.