Es miércoles. En el pequeño puerto pesquero de Jaramijó el calor es intenso. La gente viste pantalones cortos, gorras, camisetas o camisas desabotonadas. Allí todos se conocen y cuando ven extraños conversan entre ellos y siguen con la mirada. Pocos hablan con quienes llegan y quienes lo hacen lanzan una advertencia: “No busque que la amenacen”.