El terremoto que acaba de afectar a varias localidades de la Costa del Ecuador, a más de convertirse en uno de los peores desastres que ha sufrido nuestro país en décadas, ha mostrado también el nivel de preparación de las diferentes instancias del Estado frente a este tipo de amenazas.
¿Se atreverá a seguir el maravilloso ejemplo de miles y miles de ecuatorianos cuya solidaridad demuestra la más hermosa calidad humana, por encima de las ideologías y de las diferencias que pueden darse en una sociedad, pero que nunca deben dañar el alma de los seres humanos?. Creo que sí, e igual quiere creerlo la gran mayoría de ecuatorianos.
Nuevamente, la naturaleza ha golpeado con dureza al Ecuador. Un sismo de magnitud se ha ensañado con Pedernales y ha provocado grandes daños en Portoviejo, Manta, Bahía y otras ciudades de la Costa.
La reconstrucción de las zonas afectadas por el terremoto del 16 de abril debe verse como una oportunidad, desde una perspectiva de mediano y largo plazos. Hay que considerar el proceso de reconstrucción como una ocasión para fortalecer los mecanismos de diálogo entre los sectores público y privado. Debe aprovecharse esta situación para generar nuevos instrumentos de política pública, para movilizar recursos de inversión que mejoren las condiciones de vida de la población perjudicada. También es una oportunidad para transmitir confianza desde el poder en la población y en las empresas privadas que no han escatimado ningún esfuerzo por expresar su solidaridad con los damnificados.
El domingo 17 de abril, mientras en el Ecuador nos dábamos cabal cuenta de la tragedia que nos había traído el terremoto de la noche anterior, la Cámara de Diputados del Brasil desató su propio terremoto, este político, al dar paso al juicio y la probable destitución de la presidenta Dilma Rousseff.
El periodismo que necesitamos es el que ha empezado a despertar por obra de un sacudón de 7,8 grados en la escala de Richter. Todavía adormilado, desacostumbrado a moverse y a decir algo que no le esté permitido decir, el periodismo, sin embargo, salió este fin de semana con lo que tenía puesto para enfrentarse a la desgracia y traducir los hechos en información confiable; es decir, en paz mental para un país que sufre lo indecible.
El desplome de los precios del petróleo fue particularmente doloroso para los países que han satisfecho sus necesidades fiscales y de divisas con exportaciones petroleras, que han dado su espalda a otras actividades económicas y que son populosos en relación a su producción hidrocarburífera: Rusia, Nigeria, Argelia, Venezuela y Ecuador, entre otros.
Acabábamos de volver de Vilcabamba, valle de paisajes inolvidables, donde culminaron las jornadas cervantinas que con tanta generosidad y buen juicio –juicio doblemente académico, al fin- imaginó la Academia Ecuatoriana y auspició la Universidad Técnica Particular de Loja, cuando, ya en las respectivas habitaciones del hotel, tuvimos la primera noticia del dolor del país, que nos llegó en forma de temblor atenuado, debido a la lejanía de Loja respecto del foco del terremoto. Así, la mayoría de nosotros pudo esperar, relativamente en paz, otras noticias. Pero jamás imaginamos lo que empezaríamos a comprender al amanecer dominguero, cuando, reunidos en el vestíbulo del hotel a la espera del viaje al aeropuerto, recibimos datos inciertos sobre muertos, destrucción y llanto en las bellas ciudades y costas manabitas…
El 18 de julio de 1925, siete meses después de salir de la prisión de Landsberg, el cabo Adolfo Hitler publicó, en Múnich, el primer volumen de ‘Mein Kampf’. En ese libro -un bodrio indigesto de odios y frustraciones, violencia y racismo, banalidades y sorprendentes intuiciones- estaba esbozado ya el programa del nazismo: un irreductible nacionalismo, la destrucción de Austria, la necesidad de espacio vital en el Este, el control de la prensa, el antiparlamentarismo, el rechazo a la democracia occidental, la condena al marxismo y, con obsesión fanática, como hilo conductor de su pensamiento, la persecución y el exterminio del pueblo judío. “Si durante la Primera Guerra Mundial se hubiese sometido al gas venenoso a doce o quince mil de esos hebreos corruptores de pueblos”, escribía, “el sacrificio de varios millones en el frente no hubiera sido en vano”. “Al combatir a los judíos, cumplo la tarea del Señor”.
Durante algunos días, el Gobierno tendrá un país políticamente calmado. El terremoto del sábado causó un cataclismo anímico, una sensación de que nada puede ser más importante que ayudar a las miles de personas que solo tienen nuestra solidaridad para reconstruir sus vidas sobre los escombros.
El Congreso de Brasil aprobó con una sobrada mayoría el inicio de un ‘impeachment’ o juicio político en contra de la presidenta Dilma Rousseff (68 años), heredera de Lula da Silva para continuar el esquema de poder del Partido de los Trabajadores (PT), que se prolonga por 13 años consecutivos. Esto ocurre cuando la atención del país estaba, hasta un par de semanas no más concentrada en los escándalos de corrupción que involucran a Lula y a otros connotados políticos brasileños.
Tras un primer fracaso en marzo pasado, el 8 de los corrientes, se reunieron por fin en Quito, en un segundo intento y por iniciativa de la Cancillería, representantes de algunos países exportadores de petróleo de América Latina: Ecuador, Colombia, Venezuela y México, este último solo como observador.
Vamos a considerar que las explicaciones que usted ha dado sobre la licitud de las operaciones de la empresa Madrigal a través de la cuestionada Mossack Fonseca son creíbles.
El ambiente social está pesado e ingrato. Casi todo se reduce a reproches, peleas, acusaciones de todo género, mientras el valor de los alimentos continúa en alza.
¿Cuál es el secreto de los clásicos? El Quijote persiste como libro y como símbolo. Hamlet sobrevive y triunfa en los días tormentosos de la posmodernidad. Han pasado cuatro siglos desde las muertes de Cervantes y de Shakespeare y sus textos son referentes intactos de la cultura universal. Sus personajes pertenecen al siglo XVI, pero viven en el siglo XXI, con la misma frescura que tuvieron al nacer de la pluma de ganso y del tintero, cuando aún había reyes y América era apenas una sospecha.
Las movilizaciones del 7 de abril son una clara expresión de la polarización política que vivimos, que lleva al desconocimiento y descalificación total de las razones del oficialismo y de la oposición. La lógica política de la negación del otro reemplazó hace tiempo a cualquier consideración democrática; esto impide buscar acuerdos mínimos en beneficio del país.
El mundo parece derrotarse con la corrupción. Los ‘Papeles de Panamá’ así lo revelan. Correa aparece indemne hasta ahora, en el ámbito internacional, con los uruguayos, mientras todos los presidentes de izquierda están inmiscuidos en corrupción. Ello a pesar de que defendió a Pedro Delgado. A pesar también de la ‘judiciopolítica’, al perseguir a la prensa que mostraba hechos comprometedores, con una justicia nada independiente y, aún más, exigiendo exorbitantes pagos de dinero.
Los jóvenes no pueden dejar de ser rebeldes y renunciar a sus grandes desafíos. Tienen derecho a hacer lo que quieran, con respeto al ordenamiento jurídico y a los valores éticos. Más aún cuando la Constitución que aprobó el Gobierno consagra el derecho a la resistencia. Los jóvenes estudiantes o no y los profesionales desocupados, incluidos los becados que volvieron al país, no hallan trabajo y buscan desesperadamente para devengar lo recibido y sobrevivir, tienen derecho a respaldar al régimen o ubicarse en la oposición.
Hace un tiempo, una funcionaria pública recomendó que se intercambiara de puestos entre ricos y pobres, para que así los ricos comieran m... Esa recomendación tan coprófaga (alimentarse de excrementos) ya reflejaba una visión bastante arcaica de la economía. Pero la semana antepasada, los intelectuales del oficialismo volvieron llenarse de gloria cuando un ideólogo de la revolución se quejó que la riqueza no se distribuye porque los ricos se casan entre sí.
En abril de 1961, tras un célebre discurso protagonizado por Fidel Castro, la revolución cubana dio un violento giro ideológico hacia el comunismo. Desde enero de 1959 hasta finales de 1960, cuando los míticos barbudos ya estaban en el gobierno, nunca se mencionó abiertamente la posibilidad de convertir a Cuba en un país comunista, y por el contrario, hasta ese momento se defendió el carácter independentista y antiimperialista de la revolución que había derrocado al dictador Fulgencio Batista.