Columna con 40 años

El lunes 11 de mayo de 1970, por gentil invitación de D. Jorge Mantilla Ortega, Director de EL COMERCIO, esta columna periodística comenzó su singladura como un navío cargado de mensajes. Y la hospitalidad que desde entonces se han dignado brindarme sus directivos permanece hasta ahora, cuando conduce este diario con singular profesionalismo y mano firme doña Guadalupe Mantilla de Acquaviva, quien ha logrado hacer de este periódico no solo el mayor sino también el más importante cuotidiano de nuestro país, uno de los mejores del continente americano y, por qué no decirlo, uno de los impresos más modernos en el mundo, tanto por la utilización de técnicas de punta, ordenamiento editorial, excelente reproducción de imágenes a todo color y participación en ellas de un selecto cuadro de colaboradores, reporteros, editorialistas y orientadores de opinión.

Doy gracias a Dios por haber permitido que mis artículos misceláneos, iniciados cuando me hallaba próximo a cumplir 44 años, continuaran durante ocho lustros más, cuatro décadas, ¡40 años! Nadie sabe cuánto tiempo vivirá y por mi parte nunca imaginé que llegaría a octogenario. Cuando repaso ahora la colección de mis artículos -un volumen cada dos o tres años, en total l5 grandes tomos de recortes- y veo en ellos cuanto ha ocurrido durante este gran lapso en el mundo, el continente y el Ecuador, recuerdo también las incidencias de mi propia vida y las huellas que en mi memoria han dejado los hechos, felices o tristes, de mi familia, amistades, sociedad, ciudad y país donde vivo; y en mi piel y huesos, las cirugías, las enfermedades y los accidentes. Espíritu y materia conforman así una especie de carta ‘geo’-gráfica con una señal específica para cada una de las incidencias. ¡Leer y releer ese mapa es como realizar periódicamente un examen de conciencia, examen de humanidad!

Como testigo de mi tiempo he procurado ser siempre fiel a la verdad, orientar a mis compatriotas para el servicio del bien, la dignidad y los derechos de las personas. He recordado la vocación nacional del Ecuador, sintetizada en tres palabras claves: fe, libertad y cultura, que se complementan con justicia y derecho. Medio siglo de mi vida, además, dedicado al magisterio, se ha caracterizado por el afán de sembrar ideales. Mis palabras no han sido dardos ni proyectiles, salvo cuando me he visto obligado a ejercer mi derecho de legítima defensa o ha sido necesario abroquelar la Patria frente a peligros internos o amenazas externas.

Al escribir hago uso de la más amplia libertad de pensamiento y expresión, aun sabiendo que, con frecuencia, quienes me leen pueden discrepar de mis opiniones. Debo reconocer, en fin, que nunca mis artículos, incluso los más polémicos, han estado sujetos a censura y que jamás se me ha pedido suprimir una frase o rehacerla.

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