Para Tetsuya Masaki, rebanar carne de ballenas forma parte de su día a día en la localidad japonesa de Minamiboso, donde la caza y el consumo de estos cetáceos es una antigua tradición.
Tras largos años de amenazas, Japón finalmente anunció esta semana su retiro de la Comisión Internacional de Caza de Ballenas (CBI) con el objetivo de reanudar la caza comercial, pero esa decisión podría, paradójicamente, aliviar las tensiones que parecían inextricables.
La palabra conservación tiene distintos significados tanto para los países procaza de ballenas, como para quienes se oponen a esta práctica. Los primeros defienden que pueda haber una coexistencia entre la pesca comercial y la preservación de estos animales; mientras los segundos continúan con sus esfuerzos para evitar que se reanude esta actividad, prohibida hace 32 años.
La tensión estalló este jueves, 13 de septiembre del 2018, en la Comisión Ballenera Internacional (CBI) después de una votación que dio luz verde a una propuesta brasileña que salvaguardaría las ballenas a perpetuidad, tras un duro debate.
Los países que apoyan la caza de ballenas impidieron este martes, 11 de septiembre del 2018, aprobar una iniciativa para crear un refugio en el Atlántico Sur para los mamíferos marinos en peligro de extinción, profundizando las divisiones en la reunión de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) que tiene lugar en Brasil.
Tras una larga batalla con el Gobierno australiano, la organización ecologista Sea Shepherd publicó el martes 28 de noviembre del 2017 un impactante video en el que se ve a pescadores japoneses cazando ballenas con arpón en el océano Antártico.