La efigie del caudillo abraza historia, leyenda y mitología de América Latina.
El caudillismo está presente en toda la historia, y «ha surgido en todos los lugares y épocas».
Hace muchos años dejé de creer que la gente o era buena o era mala, y que si no te encasillabas en un lado, caías necesariamente en el otro. Esa forma de ver el mundo resulta tan infantil y simplista como creer que los ateos son perversos y los creyentes seres de luz y virtuosismo, o que todo el pensamiento de la izquierda confluye en el comunismo y el de la derecha en el fascismo o en el nazismo. Lamentablemente en nuestra sociedad subsiste aún la visión pueril de encasillar a la gente, a propia conveniencia, entre buenos y malos, dependiendo de si están o no de acuerdo con nosotros, o si combaten o discrepan con nuestras ideas, creencias, ideología o formas de ser o actuar. Recordemos tan solo aquel término de uso coloquial que divide a “la buena gente” de “la mala gente” bajo la acepción de vertiente xenofóbica originada en la rancia aristocracia colonial de la que hoy todavía quedan unos pocos especímenes. En política actuamos de la misma manera, pues sus actores principales, en un
Sencillo e idealista y de firmes convicciones democráticas. El lema del político y empresario Francisco Madero (1873-1913) para luchar contra la dictadura paternalista de Porfirio Díaz, que gobernó México durante 34 años, fue: sufragio efectivo, no reelección.
Si hay un grupo político en el país al que debe interesarle sobremanera lo que ocurrió el último domingo en Colombia y Argentina, en materia electoral, ese es el correísmo. Las lecciones que dejaron ambas jornadas debieran ser analizadas con cautela por quienes buscan en el Ecuador permanecer en el poder más allá de lo que disponen las instituciones y leyes vigentes.
El lunes se confirmó la eliminación de cuatro organizaciones políticas. Dos de ellas (MPD y PRE) tuvieron un peso importante en el último período democrático. Este domingo 10 se cumplirán 35 años del inicio del gobierno de Jaime Roldós.
El interés de Alianza País por enmendar la Constitución, para que se garantice la reelección indefinida en todos los cargos de elección popular, aún no pasa de las palabras al papel.
Yo hablo. Yo decreto. Yo dicto. Yo insulto. Yo disminuyo públicamente a las personas. Yo construyo. Yo soy lo máximo. Yo soy invencible. Yo hago lo que quiero. Yo cumplo las leyes si me convienen. Yo respeto si quiero. Yo publicito. Yo hago propaganda. Yo soy yo. Yo logro. Yo pido el voto. Yo me burlo. Yo culpo. Yo mando.
Salvo que los movimientos deriven en algún tipo de organización, los caudillos populistas o de cualquier índole no tienen herederos. Son genes únicos y exclusivos. Pueden tener hijos naturales, pero es muy difícil que procreen un heredero político. Son diferentes a la monarquía donde la dinastía impone una línea de sucesión o regímenes extravagantes como los de Corea del Norte. Por eso en las monarquías tradicionales sigue vigente el lema de que Muerto el Rey, viva el Rey; pero con los caudillos -Chávez por ejemplo-, no hay lema sino angustia. Muerto el Mesías lo único que sucede es una etapa de transición que en algunos casos suele administrarse mediante en procesos concertados de gestión; caso contrario, puede generarse un proceso caótico de desestabilización.