Las dos carreras

Diciembre 12 de 2007: Alberto Acosta, entonces presidente de la Asamblea Constituyente de Montecristi, sorprendió con el salto largo con el cual logró evadir a la prensa. La imagen recorrió un país donde reinaba un ambiente de expectativa por la prometida refundación.

Febrero 11 de 2011: Alfredo Larrea sorprendió con su huida a la carrera, después de entregar su declaración escrita en la Fiscalía dentro del caso de su presunta influencia en la Corte Constitucional (CC) para lograr un fallo favorable a la Cervecería Nacional.

Hay diferencias entre los protagonistas y sus disciplinas deportivas: Acosta, cinturón negro de karate, se separó del movimiento que ayudó a formar y hoy es crítico del Gobierno. Larrea, corredor entrenado en La Carolina, es hermano del Secretario de la CC y amigo y acreedor de su presidente, Patricio Pazmiño; está recién graduado de abogado pero presta servicios profesionales millonarios.

Entre una y otra imagen ha corrido mucha agua bajo el puente, pero sobre todo hemos hecho la transición del país ideal al país real. Hemos pasado del país de las garantías y los derechos, de la división de poderes, a un país donde el poder está reconcentrado y donde el Estado, con el Ejecutivo a la cabeza, no ha podido resolver un problema tan grave como la inseguridad.

La Asamblea, dependencia del Ejecutivo, ha sido incapaz de ejercer la fiscalización; la última muestra es el cambio de posición sobre el proceso contra el asambleísta Paco Velasco. El sistema judicial en su conjunto (incluidos la Fiscalía y el tan famoso como inútil Ministerio de Justicia) no ha podido cambiar un esquema de impunidad. Funcionarios y jueces dependientes en su origen, y una Policía llena de incógnitas, configuran el modelo afianzado durante estos años.

La participación ciudadana, entre tanto, ha quedado reducida a un enunciado, tanto por la dependencia de sus funcionarios como por su poca importancia frente al poder que debía observar, y frente a la ciudadanía. La veeduría sobre los contratos del hermano del Presidente con el Estado es un caso digno de estudio porque desnuda todas las debilidades del cacareado quinto poder.

En lugar de asumir responsabilidades y tomar correctivos sobre la marcha, se le quiere vender al país nuevamente la idea de que la refundación de la refundación traerá las soluciones no logradas. Se nos pide resignar garantías y derechos individuales ante una justicia que será aún más dependiente del poder político.

Todos los ojos están sobre la CC. Su Presidente denuncia presiones políticas, lo cual no debería extrañarle cuando él mismo se declaró en su momento amigo de Rafael Correa, de Ricardo Patiño y de Gustavo Larrea. Y cuando el Secretario Jurídico de la Presidencia ataca a Nina Pacari, porque según él forma parte de la “partidocracia corrupta”...¿Qué pasó entre el salto del karateca y la huida del velocista puro?

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