Sí, a las calles

¿Los periodistas debemos salir a las calles para  defender nuestro trabajo? Sí, definitivamente sí.   Pero ¿salir a las calles para qué? ¿Para gritar contra el Gobierno? ¿Para rechazar el nefasto proyecto  dedicado contra  los medios privados y mal llamado “proyecto de Ley de Comunicación”?

Salir a protestar es un derecho de todos los ciudadanos que sienten  amenazadas sus libertades. Y  las calles son el espacio más idóneo para  expresarse cuando el poder político cierra los espacios de debate y deliberación.

Pero, ¿a los periodistas    nos compete desfilar levantando carteles antipoder  o  gritando consignas? No lo creo. A los  periodistas nos compete hacer periodismo y cuidar nuestra autoridad crítica.
El periodismo sería mejor  si saliéramos a  las calles a rehacer nuestras rutinas, a  penetrar en lo más hondo del tejido social y  a contar la vida desde ahí.

Estaría en mejor nivel si muchos  reporteros  no pasaran buena parte de su  tiempo  encerrados en  el teléfono  en busca de analistas, expertos y todólogos para que llenen de opiniones las noticias.

Estaría en un mejor nivel si muchos  reporteros de la prensa gobiernista  no pasaran buena parte de su tiempo  recorriendo los pasillos de la burocracia en busca de frases prefijadas sin contrastar fuentes ni ejercer la duda.

Otro sería el nivel si muchos reporteros de la prensa “privada” dejaran de buscar intérpretes de la verdad  y contaran los hechos directamente con el pulso que solo puede expresar la cotidianidad social.

Si hiciéramos un trabajo más riguroso, profundo, contextual, preciso y apegado a los hechos quizás pudiéramos recuperar  los espacios de credibilidad que han sido demolidos por la campaña semanal del presidente Correa contra los medios y  los periodistas que no se subordinan a él.

Hay que salir a las calles. Pero salir y  mezclarse entre la gente,  vivir lo que vive la gente de la calle,   oler, gustar, tocar, mirar, escuchar la vida de la calle.

Salir para desubicarnos,  asombrarnos  y perder las certidumbres, para no sujetarnos a un libreto monótono y circular, para encontrar  nuevas fuentes, para saber en qué anda la gente, de qué está hablando, qué le interesa  conocer, aprender, decir.

Hay que salir a las calles porque  nuestro deber es acompañar a la sociedad en sus procesos, sin que deba importarnos si esos procesos van contra nuestra manera de entender la realidad.
Desde el periodismo podríamos  empezar nuestra propia revolución mediática,   una revolución que implica cuestionarnos más, autocriticarnos más, ser más tolerantes y humildes, dejar arrogancias y  soberbias, leer mejor el país.
 
En las calles está la vida. Caminarlas y sentirlas es, para un periodista,  la mejor manera de estar cerca de la gente y lejos, muy lejos del poder. De cualquier poder.

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