Años y años, ya no recuerdo cuantos, esperando con ilusión el final de noviembre para empacar la maleta y viajar a La Carita de Dios para sus fiestas decembrinas…
Confieso: Me gustan los cementerios. Siento paz recorriendo sus silencios. Pongo los pies en la tierra. Reflexiono sobre la cantidad de discusiones inútiles, peleas por dinero, celos enfermizos, envidias, deseos dementes de tener poder, soberbias egoístas de acumular dinero, patrañas corruptas, odios, asesinatos, obsesiones por comprar y adquirir posesiones, rencores… Ya todo enterrado. Convertido en polvo… Huesos hechos del mismo material de las estrellas ...
Uno por uno, uno. Dos por dos, cuatro. Cuatro por cuatro dieciséis...y si seguimos, trillones de trillones no son el final....”The sky is not the limit” Así es y así estamos... Nos hemos convertido en tablas de multiplicar ambulantes .... y si no, aprendemos a restar, pues al Más allá vía express... y lo más seguro es que caigamos a la paila por ser culpables de esta multiplicación infinita... No vale llegar con carita de yo-no-fui donde San Pedro, el pescador barbudo que tiene el llavero de la felicidad y que nos abra la puerta... Somos responsables de las vidas nuestras y de las ajenas… de no arrastrarlas en esta carrera demencial que ha desbocado, la Parca...!
En alcohólicos Anónimos pedimos ‘La Serenidad para aceptar lo que no podemos cambiar y el Valor, para cambiar lo que podemos’. Simple y sabia. Es ni más ni menos, cambiar el chip mental y darle un tornillo diferente a la vida...
Recuerdo esa conversación al pie de la letra .Mi hijo Francisco ya estaba en Nueva York. Acababa de llegar a su segundo hogar. El Memorial Hospital, piso séptimo. Era un paciente más, un numero en la manecilla de la muñeca derecha. Llegué a los dos días con mi mamá. Esa noche no pude dormir. Madrugué y camine desde Madison hasta York Avenue para despejar la mente y afrontar la nueva realidad. Un hijo con sarcoma osteogénico avanzado.
Empiezo a escribir y no puedo continuar. Se me encoge el alma y un nudo se forma en mi garganta...Empiezo de nuevo. Doy vueltas a mi mente y al cuarto. Abro la tablet. La cierro. No quiero fallarle a EL COMERCIO la gentileza que tuvo conmigo a invitarme como columnista cada mes. Pero este artículo se niega a salir, y si no es sobre este tema, no escribo.
Gracias Héctor Abad Faciolince. Por ser capaz de “desnudar el alma ante un espejo en busca de sí mismo.” - no me acuerdo de quien es la cita o si me la inventé en Quito en una noche de sinceridad y alcohol entrevistando a Luis Miguel Dominguín, en la que se arrancó todas sus mascaras, cómo si estuviera inmerso en un soliloquio, sin testigos. El Diario EL COMERCIO le dedico una página entera, que aún conservo amarilla y comida por el tiempo.
Desde Madrid he seguido, paso a paso esos turbulentos días que sacudieron Ecuador, mi patria del corazón. A veces con el alma arrugada, otras con mucho temor de que todo se saliera de madre como decimos en Colombia, pero algo me susurraba internamente que todo volvería a sus cauces normales...
Mi medio natural es el agua. Podría vivir dentro de una piscina. Mi paraíso imaginario es algún lugar donde los libros, periódicos, alimentos, flotaran ingrávidos y poderlos disfrutar sin salir a tierra. Esa sensación de ingravidez única, no la cambio por nada. Me siento parte del cosmos. En fin...
La última vez que visité Nueva York todavía estaba el enorme cráter de Las Torres Gemelas. Todavía no se sabía cuál sería el monumento que honraría la memoria de esas miles de víctimas inocentes de uno de los actos más demenciales de la historia.
Generalmente paso por alto la mayoría de mensajes que recibo en los “WhatsApp”. Los que se refieren a la santidad, las oraciones por los abuelitos, los dibujitos de ángeles y las cadenas de la suerte o de plegarias me producen pánico. Además me parece que tienen “pava” o traen mala suerte...
Hace unos años, con uno de mis hijos, adicto a la lectura, igual que yo, y aclaro que de esta adicción si no quiero salir jamás, me decía con tristeza la cantidad de libros que se quedaría sin leer, así leyera uno o dos libros diarios Durante toda su vida y fuera muy longevo...Vuelvo a retomar el tema ahora, precisamente, leyendo un artículo de Manuel Vilas, el autor de Ordesa, sobre este asunto: “-se quedaran perdidos, sepultados, en el caos de mi biblioteca o de otras bibliotecas... Pienso que Cervantes es un escritor inédito para el 90% de españoles... toda la historia de la literatura está inédita para millones y millones de seres humanos que no leen...”
“Un pajarito se entró al interior de un convento y las monjitas felices Con el pajarito adentro...” (copla popular)
Volver a Ecuador. Volver a Casa... es lo que siento cuando se aproxima el final de noviembre. El viaje anual que se ha convertido casi en un ritual sagrado para mí. Ya pierdo la cuenta de los años. No he fallado. Las Fiestas de Quito son también mis fiestas, aunque, el periodo Correa, de ingrata recordación para muchos, acabó con la esencia de ellas que eran las corridas de toros. Iñaquito ostentó por muchos años el título de la mejor Plaza de América. La Feria de Jesús del Gran Poder, ¡Qué Poder!
Llego a Colombia, todavía con las retinas deslumbradas por los colores de Porto, Coimbra, Obidos, Batahala, Sintra, Cascais, Lisboa, Sevilla, Madrid .
Francisco De Roux es caleño de pura cepa. Escogió ser jesuita. Pero es mucho más que un jesuita. Hizo una maestría en el London School of Economics .Y un doctorado en La Sorbona de Paris en la misma materia. Filósofo .Humanista. Hace décadas se dedicó a recorrer todas las zonas del conflicto armado, enfrentándose por igual a guerrilleros y paramilitares, hablando con las víctimas, sintiendo ese dolor profundo de quien ha visto mutilar al papá con una motosierra o saber que un hijo fue tirado como un animal a las aguas del río.
Mientras en estas noches el firmamento nos regala una lluvia de estrellas como indicándonos que el universo es infinito y nuestro paso por este planeta alumbrado solo con luz eléctrica y a punto de exterminarse por nuestra avaricia y torpeza, es apenas un instante, nosotros seguimos produciendo caos, contaminando, creyéndonos los reyes eternos de la creación.
No sé por qué... averígüelo Freud, me rebelo todos los años contra Los Días... esos Días fijos sin escapatoria posible, esos Días que no se quien inventó y se convirtieron fechas inamovibles, como rocas en el inconsciente colectivo.
A veces siento que se me ha perdido la brújula y los puntos cardinales están patas arriba. Sobre todo a lo que sucede en Colombia ya casi en vísperas de las elecciones más confusas que recuerde.
Columnista invitada Es trágico comprobar que en Colombia, en estos momentos históricos en que está en juego el futuro del país y de las generaciones venideras, en las que por primera vez en casi un siglo de violencia fratricida se puede salir sin miedo a votar, más de la mitad de los sufragantes no acudan a las urnas por pura y física apatía e indiferencia.