Asesinatos

Es muy doloroso tener que hablar acerca de un tema tan delicado como es la muerte de un ser querido, cuando preferiríamos, sin dejar de recordarlos, olvidar precisamente la forma tan cruel de sus muertes.

Es el caso que nuestro querido Daniel Naranjo, de nacionalidad alemana, de padre ecuatoriano, estuvo de vacaciones en nuestro hermoso país, en el mes de febrero, y como parte de su aventura en Ecuador, hicieron él y un grupo de turistas amigos, Canopy, deporte de riesgo, y como su nombre lo indica, es riesgoso, y más aún, cuando los cables que utilizan han sido dados de baja antes, considerando su vida útil, pero, solo aquí, en nuestro amado país, se da el caso de que los materiales que se ven muy bien pero ya no sirven, se los reutiliza... ¿a quién acudimos?, ¿alguien podrá escucharnos y tomar cartas en el asunto?, ¿o como todo lo malo que sucede en el Ecuador, pasa al archivo del olvido? Dada la gravedad del asunto, se ha encargado a la justicia, pero desgraciadamente es muy lenta, y apenas han pasado tres largos meses, y acaba de suceder un evento exactamente igual al de D. Naranjo, esta vez con una norteamericana, de la misma edad, 33 años, uno piensa... ¿sirve de algo quejarse? ¿a alguien le interesa el dolor que han causado estas muertes? ¿Alguien piensa en esas hermosas vidas truncadas? Creo que como hemos perdido la capacidad de asombro, consideramos inútil quejarnos, sin embargo, debemos rescatar todas las circunstancias que nos hacen humanos, reclamemos, gritemos, supliquemos y lloremos hasta remover duros corazones, aunque sintamos que es una lágrima más en el mar.

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