Hace muchísimos años, un Alcalde de Quito, con enorme visión ordenó que la Ciudad, especialmente las casas del Centro Histórico, debían ser pintadas de blanco y sus ventanas de azul añil. Sus ciudadanos obedecieron y la Ciudad adquirió un sello de calidad extraordinario; especialmente el Centro Histórico. Claro que eran otros tiempos, los quiteños éramos dueños de nuestra Ciudad y no habíamos sido invadidos por una migración interna incontenible.