Ser andino

América Andina es el escenario de nuestro pasado y de nuestro presente. Sabemos que está allí, que nos envuelve, pero resulta difícil definirla. A veces, su realidad y sus límites nos parecen evidentes; otras, se nos escapan. Hay quien dice que es una abstracción de retóricos, políticos o antropólogos. No han faltado los que la identifican exclusivamente con lo indígena y altoandino. Pero también hay quienes ven en ella el antecedente y el futuro de nuestra identidad e integración.

Cuando los países que hoy conforman la CAN formaron el “Pacto Andino” asumieron la denominación “andina”, reconocieron un elemento básico de su identidad común. Después de cuatro décadas de integración, nos identificamos como andinos, pero al mismo tiempo surge la pregunta: ¿qué es lo andino? Una respuesta podría venir desde el escenario geográfico, pero lo andino no se agota allí. Su realidad compleja tiene un carácter polisémico, de unidad y pluralidad. De un lado recupera la historia de un proceso milenario que por diversos factores da unidad a la evolución de un conjunto de pueblos frente a una realidad regional, continental y planetaria. De otro lado, expresa no un tronco homogenizador, sino una unidad que da sentido a una pluralidad.

Lo andino no se circunscribe a lo altoandino, sino que integra toda la pluralidad, desde el altiplano hasta la Costa y la Amazonía; desde los límites de las pampas hasta las playas del Caribe. Desde un punto de vista amplio, América Andina es un espacio que tiene a los Andes como espinazo, pero abarca la diversidad de una amplia porción de Sudamérica que se expresa en el ámbito humano y social, pues no se puede entender lo criollo, lo mestizo, lo cholo, lo negro, lo pardo, o lo indio, por sí mismo, sino en su relación con “el otro”.

En la noción de “lo andino” encontramos un proyecto de identidad de uso corriente en la opinión pública de nuestros países, y al cual nos adscribimos como una forma de identificarnos en el concierto continental.

Sin embargo, América Andina no es un sujeto ya hecho, sino una realidad cambiante en proceso de construcción. Y en ese proceso el sistema de integración es fundamental, puesto que institucionaliza no solo los elementos de identidad, sino también los espacios de comercio y de fortaleza como bloque ante un mundo globalizado.

Actitudes como las del Presidente de Bolivia lesionan ese proceso de construcción de América Andina y Sudamérica unidas.

Irse sin más de la CAN al Mercosur sin concertar un tránsito ordenado a la integración sudamericana y sin asumir los avances que se han dado en cuatro décadas es un error.

Felizmente, posturas como la del Gobierno ecuatoriano son positivas.

Reconocen no solo la necesidad de nuestra realidad andina, sino que se dan cuenta del aporte que hace la Comunidad Andina a nuestro país.

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