Con amigos así…

Las relaciones entre países no se reducen, ni deben reducirse a comercio. Sin embargo, la actividad comercial es de gran importancia y el anhelo es que entre los países sus importaciones y exportaciones tengan valores si no iguales, al menos sin grandes diferencias.

En la calle Ipiales, Quito, se veía a ciudadanos de Cuba comprando ropa que la enviaban a su país y allí la vendían, obteniendo beneficio. Por alguna razón, las autoridades cubanas prohibieron esos negocios y cerraron las pequeñas "boutiques" de la ciudad de La Habana.

Esa restricción tiene secuelas en Quito, por más que su exportación cumplía toda exigencia legal. Se ha cerrado una parte de la producción de ropa ecuatoriana hacia el país "amigo". Pero el Ecuador amigo de Cuba, tiene muchas deferencias. Actualmente están registrados 7 001 cubanos residiendo en el Ecuador, dedicados a diversos trabajos. Y cuando los médicos amenazaron con paro, se dijo que no hay problema pues traerán profesionales del extranjero. (¿De Cuba, donde abundan médicos de familia?).

Otro amigo notable es Venezuela. Cosechando los malos frutos de una revolución adversa a las fuentes productivas privadas, el actual Presidente, a principios del presente mes intervino en cadenas de tiendas; hicieron cálculos de precios "justos" y, con esos precios rebajados, vendieron los productos a miles de personas que tenían interés y dinero para adquirirlos.

Nuestra preocupación no es por ello. Los venezolanos sabrán qué hacen con sus cosas. Desde el punto de vista de las relaciones comerciales, hay el problema pendiente de que algunos exportadores enviaron sus productos a los importadores venezolanos y éstos no pagan el precio; y no porque tengan ánimo malo, sino porque su Gobierno no les facilita los dólares para cumplir el compromiso. Es sorprendente conocer que las deudas por productos ecuatorianos ascienden ya a 300 millones de dólares.

En casos extremos, se cita la venta de tintas producidas en Ecuador. El importador venezolano no logró conseguir los certificados de que en Venezuela no elaboran ese producto. Mientras tanto, el vendedor ecuatoriano, confiando en la normalidad de los negocios, había embarcado el producto. En el puerto venezolano no pudieron nacionalizarlo y el cargamento de tinta tuvo que regresar a Ecuador. Los 30 000 dólares del valor no ingresaron y la falta de pago ocasionó perjuicios al confiado exportador.

El señor Presidente venezolano ahora tiene poderes especialísimos, entregados por un obediente Congreso. Ojalá, escuchando los mensajes que le llegan desde ultratumba por medio de un pajarito, disponga que el recién creado Viceministerio para la Suprema Felicidad Social, pague las deudas comerciales a los exportadores ecuatorianos. Si así no acontece, valdría la fórmula: "Con amigos así, para qué queremos enemigos ".

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