Acabo de sobrevivir a no sé cuántos vuelos en menos de un mes. O miento, porque sí lo sé, cómo podría olvidarlo: fueron seis, dos de ellos cruzando el mar para ir y volver. Todos perfectos e inobjetables, gracias a Dios. Pero no hubo ninguno del que no me bajara con la promesa con que me bajo desde hace años: "No me vuelvo a subir en esto jamás.