El mundo asistió pasivo y atónito ante la barbarie cruel y desalmada, pero no hizo absolutamente nada en una de las peores matanzas que tras el final de la Segunda Guerra Mundial ocurrieron para vergüenza de unos y escarnio de todos. Cinco meses de muerte, de terror, de horror, de venganza atrasada. Hutus y tutsis. Entre 800 000 y un millón de tutsis, asesinados, torturados, vejados y ejecutados. Hambre feroz de sangre, de odio ancestral, de ira y locura en estado puro. 6 de abril de 1994. Las imágenes aún hoy conmueven, pero sobre todo, avergüenzan. No hicimos nada. Era Ruanda, y a nadie importaba Ruanda, como tampoco Burundi; la sangre y los gritos, las persecuciones y el terror dieron paso al horror en estado puro. Era y es África. La África tantas veces golpeada por la tragedia, la tragedia del desprecio, del olvido, de la indiferencia, de la explotación y la humillación.