El 6 de noviembre se desarrolló en Latacunga la fiesta de la Mama Negra, poco antes del aniversario de la fundación de la ciudad. Originada hace casi tres siglos, la tradición de la Mama Negra se ha enriquecido hasta llegar a ser reconocida, desde 2005, como patrimonio cultural intangible de nuestro país.
Corresponde a historiadores y antropólogos descifrar el origen y significado de esta fiesta popular, labor que se ha iniciado y debe profundizarse. Hay en la Mama Negra un elemento religioso y otro pagano vinculado, el primero, al culto a la Virgen de la Merced, y visible; el segundo, en Baltazara, hija de la Mama Negra. Hay un componente social de rebeldía contra la injusticia y la opresión. La influencia española se pone en evidencia así como la cultura árabe que por siglos dominó la Península Ibérica. Pero, sobre todo, prevalece el espíritu de la serranía ecuatoriana, imaginativo y melancólico, lleno de luces y sombras proyectadas en los colores del arco iris de los disfraces, de los vestidos de las comparsas, de los bordados de blusas y faldas, espíritu que juega con la ironía, sin caer en la vulgaridad: pícaras carishinas y robustas camisonas interpretadas por viriles hombres o chamanes haciendo “limpias” junto a los hurcuyayas, “hombres de musgo” o a los fornidos ashangueros que estoicamente llevan en sus espaldas la ofrenda de viandas tradicionales, rodeados todos por cholas de anacos bailadores y chagras con ponchos y zamarros. La Mama Negra es una expresión auténtica de la cultura ecuatoriana, nacional y única, a través de sus múltiples fraternales componentes.
El festival se inicia con la transmisión del mando a la nueva Mama Negra y culmina con un desfile multitudinario. Expresa, con ingenuidad y orgullo, lo que es y siente la gente de Latacunga. El personaje que abre la marcha es el Ángel de la Estrella, blanco y alado, que inspira metas trascendentes. Le sigue el robusto Rey Moro. Viene luego el Abanderado, que bate su insignia de multicolores cuadrados. Después, el Capitán, amigo de la Mama Negra, que sonríe con picardía, refulgente de galones. Y finalmente, la Mama Negra, alegre y festiva, amable y efusiva con todos, de blanca sonrisa y piel de tizón, portando a la Baltazara.
Esta fiesta es para el pueblo un símbolo de tradiciones y creencias, pero también una expresión de ideales y esperanzas. Por esto, Latacunga escoge al mejor de sus hombres, anualmente, para encarnar a la Mama Negra. Todos buscan acercarse a ella, le piden bendiciones y le ruegan servir de intermediaria ante la Virgen de la Merced, en hermosa mezcla de lo religioso y lo profano.
Este patrimonio cultural ecuatoriano merece ser visitado. Bien hacen las autoridades de Latacunga en mejorar de año en año su organización, para hacer honor a la divisa: Cultura y Tradición.