La nominación como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica de un obispo polaco ya fue noticia que conmovió al mundo católico. Karol Wojtila se convirtió en el primer papa que no había nacido dentro de los confines de Italia en 450 años.
El pontificado de Juan Pablo II, que sucedió a Albino Luciani (Juan Pablo I), muerto de modo repentino al poco tiempo de su proclamación, estuvo marcado por fuertes hitos que dejaron huella en la comunidad de la Iglesia de Roma, en los cristianos de todo el planeta y en el agitado mundo de la política internacional.
Juan Pablo II vivió los rigores de la Segunda Guerra Mundial. Su natal Polonia, invadida por Hitler, tuvo que afrontar luego el yugo del partido único y el Régimen comunista que imperaba en los países de la órbita soviética.
Su voz firme proclamó la libertad Urbi et Orbi. Polonia era un pueblo católico subyugado por la dictadura comunista, pero su profunda fe se manifiesta en la frase que pronunció el Secretario General del Partido Comunista polaco cuando se enteró de la nominación de Karol Wojtila como papa: ¡Virgen Santísima!
Juan Pablo II, conocido como el papa viajero por sus innumerables periplos por el mundo, pregonó contra el capitalismo salvaje y es calificado por muchos como conservador y de fuerte personalidad. Superó un atentado criminal y fue el Romano Pontífice cuya palabra más se extendió por el planeta gracias a la poderosa ventana de la TV, el satélite y la radio, así como su dominio de varios idiomas.
Benedicto XVI fue cercano colaborador y el proceso de beatificación -para muchos vertiginoso- que hoy concluye se tiene como un camino seguro para que Juan Pablo II se convierta en santo de la Iglesia. Los católicos se regocijan con las ceremonias de su beatificación.