Las FARC

El 9 de abril de 1948 ocurrió un ominoso hecho que conmovió a Colombia: fue asesinado Jorge Eliécer Gaitán, el extraordinario caudillo de masas de la izquierda liberal. Ocurrió en una calle céntrica de Bogotá. La ciudad se encendió. El pueblo salió a las calles a protestar contra el gobierno conservador de Ospina, al que culpaba del crimen. Destruyó y prendió fuego a todo lo que encontró a su paso. Miles de muertos quedaron tendidos en las calles.

Al trágico episodio se conoce como el “bogotazo”.

La violencia se extendió por los campos y ciudades de Colombia y produjo entre 100 mil y 300 mil muertos en su primera década.

Fueron varios los grupos alzados en armas: las “Autodefensas Campesinas”, que después se convirtieron en las FARC; el “Ejército de Liberación Nacional”, el “Ejército Popular de Liberación”, el “Movimiento 19 de Abril” y otros grupos menores.

Manuel Marulanda —el guerrillero de más larga vida combativa— fue el organizador y líder de las FARC, que a comienzos del 2001 tenían 21.000 efectivos bajo las armas. Pero él murió por infarto cardíaco en el 2008 y fue reemplazado por Alfonso Cano, surgido de las juventudes comunistas, con estudios de antropología en la Universidad Nacional.

Pero en los años 90 las FARC torcieron su camino. Uno de sus líderes más importantes, el “Mono Jojoy”, aceptó que ellas cobraban “impuestos revolucionarios” por el paso de los cultivadores de coca y recibían aportes de los grandes capos del narcotráfico a cambio de seguridad.

Pocos días antes de morir en Angostura, el comandante Raúl Reyes —principal ideólogo de las FARC— escribió en su computadora que deploraba que varios de sus colegas comandantes, degradando su original condición de combatientes por ideales y utopías, estuvieran involucrados en el sucio negocio de la droga.

En octubre pasado el ministro de defensa Juan Carlos Pinzón afirmó que esos ingresos van de $ 2.400 millones a $ 3.500 millones por año.

Hace tres años las masas colombianas salieron a las calles para manifestar su repudio a la violencia de las FARC. Pero la solución no es fácil. Hay mucha sangre derramada en la lucha por el poder.

El presidente Uribe privilegió la solución militar. Incrementó en mil millones de dólares el presupuesto anual de la defensa e inició la duplicación del número de soldados. Puso en marcha el “Plan Patriota” con el apoyo técnico, logístico y financiero de los EEUU.

El presidente Santos se ha inclinado por las negociaciones de paz. Y esperamos que alcance su objetivo por el bien de Colombia. Que logre algo parecido a lo que conseguimos en mi gobierno con el grupo guerrillero “Alfaro Vive”, que aceptó nuestra propuesta de paz, entregó las armas, se reintegró a la vida civil y cumplió caballerosamente la palabra empeñada.

Lo cual nos permitió dar cuatro años de paz al Ecuador.

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