El cáncer de mama está en la lista de las enfermedades con mayor incidencia en Ecuador. En la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, de la Organización Mundial de la Salud -Globalcan- se señala que a 38,2 de cada 100 000 mujeres se les detectó esta patología en Ecuador. Está sobre el tumor cérvico uterino, tiroides, colón y estómago.
Las altas tasas de mujeres -y en menor medida de hombres- con este mal han levantado las alertas sobre la importancia de la prevención. Cada 19 de octubre, por ejemplo, se conmemora el Día Mundial del Cáncer de Mama.
Su objetivo es concienciar a la población sobre la necesidad de hacerse controles y exámenes periódicos, como mamografías y ecografías; y el autoexamen o autoexploración como complemento a las mencionadas.
EL COMERCIO conversó con Daisy Gualichico y Claudia Godoy, quienes han luchado contra el cáncer. Ellas se sometieron a tratamientos complejos, como la extirpación de sus mamas que es un método eficiente para tratar o prevenir esta patología.
Aquí, las historias de estas mujeres que sobrevivieron al cáncer.
Daisy Gualichico, quiteña de 28 años: “Le dije a la oncóloga que, si debe extirpar el seno, lo haga; de eso dependía mi vida”.
“Me diagnosticaron cáncer de mama cuando tenía 25 años. No tenía antecedentes de este mal en mi familia, por lo que fue una sorpresa. El primer pensamiento que pasó por mi mente fue que me iba a morir. Fue un impacto, ya que, a la par, tuve que enfrentar varias dificultades personales, como la separación con el padre de mi hija. Fue duro porque pensé que él se quedaría conmigo a luchar. Tuve que sacar fuerzas para salir adelante junto a mi hija Britany, de 8 años.
Los tratamientos fueron positivos, aunque duros. Al principio me hice quimioterapia. Luego fue la cirugía (mastectomía) en donde me extirparon el seno izquierdo. Para mí, la extracción fue una oportunidad. Le dije a la oncóloga que, si debe extirparlo que lo haga, ya que de eso dependía mi vida.
El impacto no fue mayor, porque tomé la decisión de salvarme. Eso ocurrió apenas el año anterior, en el 2020, antes de la pandemia de covid-19. Para acceder a la cirugía fue rápido. El problema fue durante la emergencia sanitaria, porque las medicinas y otros implementos para los exámenes empezaron a escasear.
Hoy, por ejemplo, tomo una medicación diaria, que cuesta USD 42,50. La caja tiene 30 pastillas y me duran un mes. Sin embargo, en el Hospital Carlos Andrade Marín (HCAM) no me ha dado las fórmulas. Acceder a los medicamentos es difícil, porque no tengo trabajo. Me despidieron.
Luego de la extracción del seno, además, me dieron sesiones de radioterapia, para evitar el aparecimiento de nuevos tumores. Pero fueron agresivos. Quedaba muy débil y se me quemaba la piel.
Pese a ello, el cáncer ha sido un aprendizaje, porque he podido luchar junto a mi familia: padre, madre e hija. Además, he podido inspirar a otras mujeres sobre la importancia de pelear contra esta patología. Asimismo, instar a las autoridades para que nos ayuden con nuestros medicamentos.
Adicionalmente, espero la calificación para acceder a la cirugía reconstructiva de mama; debo esperar dos años. Mi mensaje a las mujeres en este día es que no tengan miedo de enfrentarse a la vida”.
Claudia Godoy, quiteña de 47 años: “La cicatriz en mi pecho es un recuerdo de que estoy con vida”.
“Hace un año era una persona muy normal que estaba entre el corre y corre de mi trabajo. Sin embargo, tuve que parar para vencer mi enfermedad. Luego de un examen de rutina me encontraron un tumor. Me hicieron una biopsia y fui diagnosticada con cáncer de mama. No tenía ningún síntoma, por lo que caí en ‘shock’ con la noticia.
Los doctores me dijeron que debía operarme de inmediato, ya que de ello dependía mi vida. No me hicieron quimioterapia. Antes de la operación, llamada mastectomía, me miré al espejo y me despedí de mi seno; me despedí de esa parte importante de mi cuerpo. Fue un primer paso para comenzar el tratamiento. Luego tuve que enfrentarme a las 16 radioterapias. Producto de ello se me cayó el cabello, pero sabía que debía hacerlo por mi familia.
Ahora, estoy en controles y con terapia hormonal. Sé que no tengo una parte de mi cuerpo, pero no soy diferente; no soy menos mujer. Esa pérdida me afectó mucho; al igual que la caída del cabello. Nunca me imaginé estar así. Había momentos en que no podía verme al espejo. Me tapaba, no dejaba que nadie me vea. Fue duro.
Gracias a dios he tenido el apoyo y aceptación de mis seres queridos. Cada día aprendo a ser mejor esposa, madre y persona. Tengo una red que me apoyó y se turnaban para retirarme del hospital, ya que mi esposo trabaja.
Mi apariencia cambió. Veo la cicatriz en mi pecho y es un recuerdo de que estoy con vida. La paz interior también es importante. Ahora creo en Dios. Él me puso ángeles como las personas de la Fundación Jóvenes contra el Cáncer. Siento que son mi familia. Ellos me han ayudado en la parte emocional y a seguir luchando con más ánimo”.