La posibilidad de que una mujer en hemodiálisis quede embarazada varía entre 0,3 y 1,4%; es menos de una por cada 100 pacientes. La terapia suele interrumpir el período menstrual y hay ciclos anovulatorios, sin la producción de óvulos que puedan ser fecundados.
Por eso el caso de Allison Ávila es peculiar. La nefróloga Marian Borges, directora el centro RenalPro de Milagro (Guayas), donde la joven recibe tratamiento, explica que el lupus eritematoso sistémico es otra complicación, porque activa el sistema inmunológico para defenderse del propio organismo. El riesgo es mayor en un embarazo.
Allison ya está en el tercer trimestre. Tenía siete semanas cuando empezaron a tomar medidas. Antes del embarazo recibía una terapia de alto flujo que fue reemplazada por hemodiálisis de filtración de alto volumen.
“Es una terapia similar, pero en esta reponemos una cantidad de líquido importante. Es un promedio de 25 litros extra, que favorece el aclaramiento de toxinas y moléculas que pueden ser perjudiciales”, explica Borges.
El cambio implicó pasar de tres a seis sesiones por semana. Son cuatro horas diarias junto a una máquina que cumple la función del riñón al eliminar los desechos de la sangre.
El detonante en ella fue el covid-19. El virus afectó sus riñones y desarrolló de inmediato una insuficiencia renal en etapa 5; las hemodiálisis son el único tratamiento. Esta es su historia:
“Siempre pensé en formar una familia por adopción. Por eso no me sentía confiada cuando la prueba casera dio positivo. Sí, sentía que algo en mi cuerpo estaba cambiando, pero no estaba segura porque los médicos me habían dicho que no podría tener hijos. Hace más de 10 años me diagnosticaron lupus eritematoso, así que siempre tuve en mente que la persona que estaría a mi lado debería entender que querría formar una familia, pero mediante la adopción. Y volví a pensarlo en febrero, cuando un nefrólogo me repitió que no quedaría embarazada.
En ese mes fui hospitalizada; estuve muy mal. En enero tuve covid y eso desencadenó todo. Estuve en una clínica en Guayaquil durante un mes y medio, y el 25 de febrero comencé las hemodiálisis; el virus me causó insuficiencia renal crónica.
Mi esposo, Ronny Herrera, y mi mamá, Sara Carranza, estuvieron junto a mí todo el tiempo y en marzo, cuando recibí el alta, me propuse continuar con mi vida normal, pese a las tres sesiones de hemodiálisis a la semana.
Pero sentía algo extraño en mi cuerpo. Perdía mucho cabello y mi menstruación se retrasó dos semanas. Mi esposo es licenciado en Enfermería y me decía que era normal, por efecto de la anestesia porque en esos días había pasado por una pequeña cirugía.
Mi preocupación seguía y sin decirle a nadie me hice la prueba de embarazo el 18 de junio. Luego hicimos la prueba en sangre. Fue un domingo y salió positivo; tenía siete semanas de embarazo.
Un escenario complejo
El lunes a primera hora vine al centro donde fui derivada por el IESS para recibir las diálisis. Queda a solo dos cuadras de mi casa, en Milagro. Lo primero que hice fue hablar con los médicos; sabía que debía poner esto en sus manos, por todo lo que podría ocurrir.
Ellos de inmediato ajustaron mi tratamiento. Cada miércoles me hacen exámenes. La nutricionista me envió una dieta, que incluye todo tipo de alimentos en pequeñas porciones. Los domingos tengo un menú vegano.
Continué con parte de la terapia inmunosupresora que venían recibiendo por el lupus y modificaron mi tratamiento para la hipertensión. También cambió mi terapia de hemodiálisis.
Nuevas rutinas
Cuando empecé a venir a diario a las sesiones, llegaba a casa a llorar. No era por dolor, sino por venir todos los días. He soportado que me pinchen con dos agujas a diario y creo que la bebé me ha dado las fuerzas para seguir adelante y entender que el beneficio es tanto para ella como para mí. Ella es mi anestesia.
Cada 20 minutos revisan las máquinas, nos toman la presión arterial, están pendientes de los pacientes y de mí un poco más. Las licenciadas me preguntan ‘¿se movió la bebé?’ porque ven que la colcha se mueve y quieren tocarla. Patea bastante, y aunque me causa dolores, prefiero sentirlos porque sé que está bien.
Se mueve mucho; yo creo que ella ya está familiarizada con las voces de todos en el centro. Cuando supieron que estaba embarazada todos se emocionaron. Aquí comenzaron a preparar todo para la revelación del sexo.
Ahora esperaremos hasta la semana 35 para la cesárea. Dentro de cinco o seis semanas se empezarán a desarrollar sus pulmones y los médicos esperan llegar lo más cercano posible a la semana 38 o 40. Es probable que el día del parto tenga que pasar antes por la hemodiálisis”.
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