Desde La Floresta, centro norte de Quito, Alejandro Bustos analiza todo el mundo que se regodeó con el llanto de Messi tras la final contra Chile.Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Alejandro Bustos tuvo que suspender la edición de uno de los sueños de su vida: la revista para niños ¡elé! Desde esa condición analiza la frustración y la idea de fracaso en torno a Lionel Messi.
Los amigos le dicen Riquelme por su parecido físico –él bromea que futbolístico- con el último ídolo que tuvo Boca Juniors (Juan Román Riquelme) y que también renunció dos veces a la Selección argentina. Pero para Alejandro Bustos, editor de la desaparecida revista para niños y niñas ‘¡elé’!, el renunciamiento de Messi a seguir vistiendo la camiseta de su país enfrenta al héroe con su destino trágico: la derrota en una lógica contemporánea del ganador y el perdedor, y la frustración que se vive ante las presiones individuales, colectivas y hasta nacionales.
Es interesante que se prefiriera la imagen de la derrota individual más que la victoria colectiva de Chile e incluso por sobre la derrota argentina.
Hay varias interpretaciones posibles. Por un lado está la caída del héroe, que es lo que representa Messi. En nuestra sociedad hay un discurso social ligado al fútbol que ha transformado a los deportistas en general y los ha ubicado en este lugar. Y hablamos no solo de la caída, la derrota, sino también de su retirada o de su supuesta retirada. Es curioso porque la discusión giró en torno a los que querían que Messi se fuera y los que querían que se quedara. Y no sería esa la discusión.
¿Cuál es la discusión?
Cómo podemos humanizar la derrota de un héroe moderno idealizado. Cómo podemos hacer de la imagen de su llanto y frustración una pista para comprender nuestra propia condición humana, trascendiendo de la emotividad pura que nos lleva a amarlo u odiarlo sin mayor reflexión,quizás es posible ensayar algún sentido distinto….
¿Qué sentido darle?
No sabemos lo que pasa por la cabeza de Messi. Cualquiera que diga o pretenda interpretar lo que pasó en realidad tiene todas las posibilidades de fallar. ¿Qué sería? ¿Una reacción genuina desde la bronca, desde la emotividad? Sería un escenario previsto? ¿Sería una estrategia de comunicación, un distractor que lleve la discusión a otro lugar, no le dé espacio al triunfo chileno o a la derrota colectiva de Argentina? Hay muchas posibilidades, pero son cosas que quedan sueltas.
¿Y qué dicen estas cosas ?
El fútbol es un juego; en el cálculo del juego está perder. Si Argentina fuese imbatible, no habría juego. Sin la derrota el juego no existe. Pero si vamos a detenernos en ese espectáculo, es significativo lo de Bravo, su rival en ese partido y compañero en Barcelona, que se acercó a apoyarlo. Creo que hay cosas que nos harían mucho bien como sociedad, por ejemplo en aquellos que tienen a su cuidado niños y niñas que se decepcionaron con la derrota.
Los héroes funcionan como modelos, arquetipos a seguir, y se cuestionó a Messi que se dejara vencer por la derrota…
La fuerza mediática de su imagen sin duda juega un papel en la constitución del proyecto de Yo simbólico de muchos niños.
Se hizo notoria la carta de una docente a Messi en la que subyace el no dejarse amilanar por la derrota…
En principio parece un discurso alineado con el éxito que prima en nuestro tiempo y que cuestiono mucho en el marco educativo. A los niños hay que darles claves de comprensión de la realidad, entender la condición humana como finita, entender que no todo es posible. Por último, entender que para eso se juega, para a veces ganar y a veces perder. En algún nivel vas a perder, pero vas a ganar otras cosas, y vas a ser diferente, y vas a cambiar.
Eso del winner y del loser que nos domina…
Es una muestra de cómo el sistema educativo se ha alineado con el sistema productivo, con un capitalismo que privilegia a rajatabla eso. Uno de pronto tiene que ser publicista y emprendedor de sí mismo. Basta ver lo que pasa en redes sociales, los perfiles profesionales que se debe presentar, los estilos de vida exitosos que se debe seguir. Eso está totalmente calculado, eso maximiza rendimiento, la productividad, la eficiencia y por ende da cuenta de quién maneja el negocio.
Pero hay un renunciamiento. Todo ser humano ante el fracaso quiere renunciar
Renunciar a una relación que no convoca, ¿es fracasar? Renunciar a un trabajo que no es lo que quieres, ¿es fracasar? Renunciar a una expectativa personal, algo que uno arrancó pero por ahí se puede dar cuenta que hay alguien mejor que uno, ¿es necesariamente fracasar? ¿O es evolucionar, crecer, resignificar, volver a dar sentido? El problema es que la sociedad actual inventa depresivos y fracasados. Ese es el loser. El control de Foucault, el de la sociedad biopolítica, que generaba criminales, locos, hospitales, ya no hace falta: la gente se autoexplota, la gente está de lo más feliz en la sociedad padeciendo nuevas patologías, es bipolar, depresiva, porque ahora la etiqueta es fracasado, perdedor. ¿Por qué tengo que etiquetar a Messi que ha hecho 20 veces más que cualquier futbolista de los que estuvieron en esa cancha y 200 000 veces más que cualquiera de nosotros?
Usted tuvo que renunciar a la revista ¡elé!, tuvo que decir que ya no pudo más con ese ideal…
Fue una decisión difícil para el equipo. Generó malestar, pero pudimos aprender que hay cosas que nos rebasan, que hay limitaciones, que somos incapaces -así pongamos en juego nuestros mejores talentos- de controlarlo todo, de vencer circunstancias que quedaron fuera de nuestro control. Por supuesto es muy duro perder, que es desastroso saber que fracasaste pese a todos tus esfuerzos. Y si te dan la posibilidad de echarle la culpa a otros de tu fracaso, mucho mejor. Nosotros pudimos echarle la culpa a los deudores, al país que no lee todo lo que debería, al reducido mercado editorial, pero eso nos hubiese quitado la posibilidad de asumir nuestra responsabilidad y de reiventarnos.
¿Y qué se pregunta uno en esos momentos terribles de frustración?
Por ejemplo, qué de uno estuvo en juego en esa circunstancia que posibilitó que perdieras. Cuando se está en el momento preciso del dolor y con esa construcción del fracaso, se tira todo al traste. Y si eso le pasa a Messi, ¿qué queda para el común de los mortales?
¿Y qué queda para el común de los mortales?
Uno pude asistir a situaciones como esta y entender que hay linderos y que incluso los que tienen el mejor entrenamiento, el mejor talento innato y trabajo (Messi es un jugador construido: inyecciones, el tratamiento) puede fracasar.
Soy un escéptico del optimismo de libro de autoayuda que afirma que si lo visualizas lo consigues. No es así. De lo contrario, el mundo estaría lleno de felices exitosos y de lo que yo sé el mundo está lleno de personas excluidas, con carencias de todo tipo, que tienen que resignar todos los frentes gratos de la vida por sobrevivir. Los resquicios de la autenticidad de realización personal, del disfrute alejados de estas nociones de éxito prefabricadas, no están permitidos en un modelo de rendimiento que te tritura día a día.
Alejandro Bustos
Nació en Quito, el 11 de diciembre de 1976. Es psicólogo, comunicador y editor. En 2005, fue parte del equipo fundador de la revista ¡elé! y guionista de la historieta ‘Las aventuras del capitán Escudo’. Es, además, el gerente general de la empresa comunicacional con responsabilidad social Zonacuario. Egresado de la maestría de Comunicación de la Universidad Andina.