Mary Lou McDonald (i) celebró el 11 de febrero pasado la votación histórica del Sinn Féin, en Dublín. Foto: EFE
Hablar de Irlanda es hablar de la cuna de los grandes escritores de la lengua inglesa. Parece una ironía. Es una isla dividida políticamente en dos: la República de Irlanda e Irlanda del Norte. Ha vivido tensiones constantes con Londres. Tiene una lengua originaria, el gaélico, que se habla más bien en los pueblos pequeños; en las grandes ciudades solo se usan unas pocas palabras.
Pero una pequeña lista de escritores da la dimensión de su aporte a la lengua inglesa: Jonathan Swift, George Bernard Shaw, Bram Stocker, Oscar Wilde, Samuel Beckett, Seamus Heaney. Y los más grandes de todos: William Butler Yeats y James Joyce. Estos dos últimos renovaron la literatura del siglo XX con un lenguaje complicado, como compleja es la historia política irlandesa, tanto del Norte, cuya capital es Belfast, y de la República, con Dublín como su centro. Y no más sencillo es su proceso independentista con el partido Sinn Féin y el Irish Republican Army, el IRA.
El IRA tiene una historia de fraccionamientos. El ‘IRA Original’ (también conocido como Antiguo), fue el Ejército legítimo de la República de Irlanda en 1921, ya proclamada la independencia. Pero pronto llegó la primera fractura, entre los pro-Tratado (fin a la guerra angloirlandesa y establecimiento del Estado Libre, por una parte, y el Norte, con un autogobierno pero adscrito al Reino Unido) y los anti-Tratado, que llevaría luego a una guerra civil entre 1922 y 1923.
El Sinn Féin (se pronuncia Shin Fein y quiere decir ‘nosotros mismos’), fundado en 1905, y el IRA han ido históricamente de la mano y tienen como principio la unificación de las dos Irlandas. Pero el IRA fue evolucionando hacia el denominado ‘Provisional’, conocido por sus campañas, calificadas de terroristas, en Irlanda del Norte, desde 1969 hasta cuando se firmó el Acuerdo de Viernes Santo, en 1998. Así se puso fin al conflicto armado entre los nacionalistas republicanos católicos, y los protestantes unionistas, mayoritarios en el Norte y que también tenían su grupo paramilitar. Era, en fin, un conflicto político-religioso.
El Sinn Féin cruza las dos Irlandas. Pero era minoría en la República precisamente por ser el brazo político del IRA, pero en el Norte ha alcanzado una buena representación, que incluso los llevó a tener, en el 2002, cuatro parlamentarios en la Cámara de los Comunes, y siete en la actualidad, aunque no ocupan sus asientos porque se niegan a jurar lealtad a la Corona británica.
Lo ocurrido en las elecciones del 8 de febrero en la República de Irlanda es una campanada. El Sinn Féin terminó con la hegemonía bipartidista de un siglo del Fianna Fáil (opositor y primero en la elección) y del aún oficialista Fine Gail, del primer ministro saliente Leo Varadkar, confeso homosexual, un dato no menor en un país en donde el catolicismo ha sido históricamente poderoso.
La Iglesia controla el 90% de la educación primaria y el 50% de la secundaria. Pero ha perdido su peso con los años, al punto que se aprobó en el 2015 el matrimonio entre personas del mismo sexo; en el 2018, el aborto, y ya sus emblemáticos pubs pueden vender alcohol en Viernes Santo.
Irlanda, además, es un país con una evolución económica interesante. Entre 1990 y 2007 tuvo un crecimiento promedio superior al 6% del PIB. Entonces, se lo conoció como ‘El Tigre celta’. Pero en el 2008 fue un gran contribuyente de la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera mundial.
Tal como ocurrió con Grecia, requirió ayuda de organismos multilaterales, la Troika. Pero con una serie de medidas el país logró su recuperación. Desde el 2015, el PIB creció un 26,3%, algo que hasta la misma China podría envidiar. Según recoge el diario El País, las cifras de Eurostat revelan un “imponente aumento del 75,4% de su PIB desde el 2009 (….) El caso de Irlanda, sin embargo, es diferente, ya que la crisis estuvo vinculada casi de manera exclusiva a la burbuja inmobiliaria y no a un problema de déficit público, por lo que, después de caídas en el 2007 y 2008, pudo recuperarse rápidamente”.
El desempleo, además, pasó del 15 al 5%, y tiene los salarios más altos de Europa.
La pregunta inevitable es ¿cómo, ante un crecimiento económico semejante, pudo ganar un partido de izquierda radical como el Sinn Féin?
De hecho, nadie se imaginó, ni en el propio partido -solo presentó 42 candidatos y ganó 37 escaños- que tendría un resultado así.
Hasta antes de las elecciones, los dos partidos tradicionales habían dicho que es absolutamente imposible dialogar con el Sinn Féin. Con los resultados a la vista, han tenido que revisar su posición.
Las explicaciones de esta votación histórica están en los problemas propios del sistema económico: el alto costo de la vida, las desigualdades, el poco aventajado sistema de salud y los serios problemas para conseguir una vivienda. Por eso recibió los votos sobre todo de los jóvenes y de los que han estado excluidos del milagro económico.
Este surgimiento del Sinn Féin tiene nombre y apellido de mujer: Mary Lou McDonald, la presidenta del partido, de 50 años, estudiante de Literatura del Trinity College, en donde estudiaron Beckett, Wilde o Swift, entre otros.
A ella no se le ha encontrado vínculos con el IRA, pero al ganar las elecciones gritó “¡Viva el RA!” Tiene acento dublinés y no norirlandés, como sí lo tenía su predecesor, Gerry Adams, quien ha sido apuntado como un miembro importante en el IRA.
Ahora, McDonald quiere el cargo de Primera Ministra. Para ello, busca alianzas de otros partidos de izquierda, pero parece difícil lograr los 80 votos necesarios. Busca un plan económico que termine con la austeridad. Pero, sobre todo, cree que es necesario impulsar el referendo para unificar las dos Irlandas. Y, en un tiempo de debilitamiento de las instituciones religiosas, en Irlanda del Norte también se piensa en la unificación pues votó mayormente contra el Brexit. Solo queda saber cómo reaccionarán los unionistas. Será algo complejo, tal como la historia de Irlanda.