En la comuna Chigüilpe se enseña a los turistas sobre la tradición del achiote. Foto: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO
En el bosque Uni-shu de los tsáchilas, la variedad de plantas para la práctica de la medicina ancestral es incalculable. Los nativos conocen bien los efectos curativos de la vegetación porque han heredado esa información de sus ancestros.
Por eso los chamanes o ponés de la etnia, a lo largo de años, se basaron en esta información para curar dolencias comunes en discretos rituales.
Pero el año pasado, los expertos de la medicina tsáchila se dieron cuenta que abrir las puertas de su selva podía ayudar a encontrar nuevas posibilidades para sanar. Comenzaron a incorporar plantas que ya existían en su selva, pero que no se atrevían a utilizar porque sus antepasados no dejaron vestigios para su uso.
El primer acercamiento se logró entre los ponés de la comuna Chigüilpe y la Universidad Regional de los Andes (Uniandes) de Ambato. Docentes y estudiantes de los últimos niveles de la carrera de bioquímica y farmacia investigaron los compuestos de 50 plantas del centro cultural Uni-shu, de propiedad del chamán Agustín Calazacón.
A partir de eso, por ejemplo, se supo que la planta conocida como hiel del sol tiene propiedades para combatir la miliaria, una dermatitis que en las personas aparece en el tórax, cuello y los hombros.
Tras los ensayos fitoquímicos, el estudiante Jhonatan Montoya documentó en su trabajo de tesis la existencia de alcaloides con actividad analgésica y anestésica, además compuestos grasos, antisépticos, etc. Su propuesta es elaborar un tratamiento farmacéutico a partir de las hojas.
Otra planta tradicional es la conocida como copal. Los resultados arrojaron que la resina de este árbol posee un alto contenido de quinonas, un compuesto químico de acción antibacteriana y antifúngica, ideal para cicatrizar todo tipo de heridas.
Elena Pilatuña, autora de esta investigación, escribió en su trabajo de tesis que con esos elementos se puede elaborar una crema de buena textura, capaz de humectar la piel por su contenido de vitamina E.
El huito o achiote que los tsáchilas emplean para untarse en el cabello y que les da ese aspecto rojizo tiene otras potencialidades, según el análisis físicoquímico y fitoquímico elaborado en la Uniandes. Se determinó la existencia de agentes químicos como taninos, triterpenos y genipina. Con estos se puede elaborar un tinte natural para restituir el color del cabello cuando salgan canas, de acuerdo con la propuesta de la estudiante Estefanía Martínez.
Norma Trujillo, docente de la Uniandes, cuenta que a partir de los acercamientos con los tsáchilas existe el interés de los alumnos por descubrir qué hay más allá de sus tradiciones. Resalta la variedad de iniciativas de tesis que al momento se desarrollan con enfoque intercultural.
El gobernador de la nacionalidad, Javier Aguavil, señala que desde hace unos cinco años las universidades se acercaron a las comunas y, desde entonces, los apoyan en el turismo, promoción, emprendimientos y ahora estudian las plantas medicinales.
Para Calazacón, estos trabajos confirman lo que los tsáchilas sabían biología de manera empírica. Él rescata este acercamiento como una forma de incentivar la elaboración de productos orgánicos y así descartar el uso de transgénicos.
Por ejemplo, en su covacha trabaja en los toques finales de una bebida energizante que resulta de una planta denominada pingu.
En las costumbres tsáchilas, los aborígenes la bebían en forma de té para recuperar la energía que perdían mientras labraban las fincas.
Calazacón, además, aspira a incursionar en el mercado con una bebida para los problemas renales, urinarios y de la próstata. Se trata de una a base de la hoja del árbol pumbacara, cuyo olor es agradable y se puede masticar al primer contacto con la planta.
En el centro cultural Uni-shu, varias personas ya han
ingerido las bebidas preparadas por de Calazacón. Con
esto se pretende establecer las primeras relaciones comerciales entre los visitantes y la comunidad tsáchila instalada en esta localidad.