Una gastritis crónica fue el detonante para que Mónica Varea dejara su trabajo en una floricultora y se involucre en el mundo de las librerías. Una mañana de 1989, ojeando diario Hoy, se encontró con un anuncio de Libri Mundi en el que se buscaba una asistente de librería. Lo leyó, lo recortó y lo guardó en su cartera.
Una semana después de dejar su carpeta recibió una llamada. La persona que la entrevistó fue Enrique Grosse, el alemán que formó a varias generaciones de libreros en Quito. Varea se sinceró y le dijo que había aplicado al puesto porque necesitaba curar su gastritis y que solo se quedaría seis meses.
Grosse aceptó, pero antes le lanzó una advertencia. “El que entra al mundo de los libros se queda para toda la vida”. En ese momento, Varea no sabía que dos décadas más tarde abriría su propia librería y que con el paso del tiempo ella, al igual que su maestro, se convertiría en un referente para nuevas generaciones de libreros.
La casa que ahora es librería
La vocación librera de Varea se fue tejiendo con el transcurrir del tiempo. A sus años en Libri Mundi, trabajó ahí hasta 1991, se sumó su paso por otras dos librerías de la ciudad, entre ellas Atenea. Luego trabajó en editorial Planeta y en la importación directa de libros desde países como México.
En 2006, su hermana, que acababa de jubilarse, le propuso conseguir un lugar para trabajar juntas en una librería. Después de buscar por varios meses y no encontrar un espacio adecuado, un sobrino lanzó la idea de que el mejor lugar para abrir la librería familiar sería la casa en la que vivía Varea.
Desde ese momento comenzaron las mudanzas y los trabajos para adecuar la casa. Para inicios del 2007, las camas, utensilios de cocina y juguetes habían sido reemplazados por libreros, mesas y libros.
A finales de marzo de ese año, el espacio estaba listo. La primera de las tres inauguraciones ocurrió el 1 de abril. Ese día, Rayuela se convirtió en una de las nuevas librerías independientes que aparecieron en el norte de Quito.
Su oferta inicial fueron los libros de ciencias sociales, la narrativa de ficción y la literatura de escritores ecuatorianos. Para sostener las finanzas de la librería, de entrada, apostaron por la presentación de libros y por la organización de talleres y encuentros literarios, actividades que, hasta antes de la pandemia, incluían la participación de escritores internacionales.
Una rayuela y George Clooney
En la entrada de esta librería está dibujada una rayuela. Un guiño lúdico para que el visitante, antes de enfrascarse en la búsqueda de algún libro, pueda agarrar una piedra o sacar una moneda y jugar.
El primero que asoma al cruzar la puerta es George Clooney. La fotografía de tamaño gigante es una ‘prueba’ del amor que Varea profesa por el actor estadounidense y del cual habla sin empacho, incluso, frente a Santiago, su esposo.
Ese Clooney de cartón, traje y corbata ha sido testigo de buena parte de la evolución de esta librería y de cómo con el paso de los años se han ido sumando nuevas secciones, editoriales y publicaciones vinculadas a la poesía, la novela histórica, la novela gráfica, la ciencia, el emprendimiento, la música o la espiritualidad.
Uno de los espacios más especiales para Varea es la sección infantil. Ahí están varios de los libros que ha escrito, entre ellos: ‘Qué animales’, ‘Zaz’, ‘Juan olvidón’, ‘Estás frita, Margarita’ y la popular ‘Margarita peripecias’.
Sentada a unos pasos de allí recuerda que su interés por la literatura infantil comenzó cuando Enrique Grosse le encargó la sección dedicada a niños y adolescentes que había en el segundo piso de Libri Mundi de la Juan León Mera.
Asimismo, que su encuentro con los libros le ha regalado no solo un oficio para la vida, sino el encuentro con personas que después se convirtieron en sus amigos; uno de ellos fue el judío Jorge Glaser, que llegó al país huyendo de la Segunda Guerra Mundial.
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