El mapa del avance del covid-19 en América tiene contrastes. La variante Delta ha activado alertas en Estados Unidos y Centroamérica, con unidades de cuidados críticos saturadas. Su acelerada propagación eleva a 1,4 millones los casos y a 20 000 muertes en la región, en promedio semanal.
Pero en Sudamérica la evolución es distinta. El reporte más reciente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) determina que las variantes originadas en este territorio mantienen el predominio y advierte que su comportamiento debe seguir bajo vigilancia genómica.
Gamma, detectada por primera vez en Brasil, donde causó una oleada letal, es la más frecuente entre las variantes de preocupación internacional circulantes. Y Lambda, reportada en Perú, desde donde se ha extendido a Europa, tiene una mayor diseminación entre las variantes de interés.
El rastreo de estos cambios está a cargo de la Red Regional de Vigilancia Genómica de covid-19, coordinada por la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Hasta el pasado 20 de julio, el grupo sumaba un total de 62 933 secuencias en América Latina y el Caribe.
Los estudios genómicos se desarrollan en 23 laboratorios, entre ellos el del Centro de Referencia Nacional de Influenza y otros Virus Respiratorios, del Instituto Nacional de Investigación en Salud Pública del Ecuador (Inspi), que cuenta con dos técnicas para la secuenciación.
Del total de secuencias regionales, 1 899 corresponden al país y han sido reportadas a la plataforma Gisaid, una iniciativa global que recopila datos genómicos sobre SARS-CoV-2. Leandro Patiño, experto técnico de la dirección de Investigación, Desarrollo e Innovación del Inspi, parte de esos datos para mapear las variantes, localmente.
Al igual que en Sudamérica, Gamma prevalece en Ecuador por encima de los registros de Alfa y los casos Delta. Entre las variantes de interés sobresale Iota, reportada en Nueva York por primera vez; también está Lambda, presente en 40 países a escala global y que, si bien por ahora no ha mostrado ser especialmente transmisible, los expertos aconsejan seguir de cerca su evolución.
En el escenario regional, el virus sigue mutando y una muestra es la variación B.1.621, detectada en Colombia. Esta es parte del grupo de 11 variantes que están bajo investigación de la OMS. “Su frecuencia está en aumento y se está solicitando que sea considerada, al menos, como parte de las variantes de interés”, indica Patiño.
La mutación en los virus es considerada un proceso natural y es aún más frecuente en los de ARN, como explica el microbiólogo Carlos Mosquera. Estos cambios genéticos se aceleran con la constante replicación, cuando pasan de un organismo a otro.
Es decir, mientas más elevada sea la transmisión en la comunidad, la posibilidad de que surjan mutaciones aumenta. Y eso parece inevitable con la circulación aún activa del SARS-CoV-2 en el mundo.
“Por lo general, las mutaciones son más infectantes y menos graves -dice Mosquera-. Pero en los virus no está dicha la última palabra, porque puede ser inofensivo en un área y afectar mucho a otra”.
La facilidad de transmisión, si provocan una enfermedad leve o moderada, si pueden ser detectadas por las pruebas disponibles, así como su respuesta a los tratamientos aprobados y la reacción ante la respuesta inmune de las vacunas son cambios que la infectóloga y epidemióloga Carmen Soria recomienda rastrear.
“Al monitorear estos cambios, se pueden determinar la transmisibilidad, la patogenicidad y la virulencia. Es así como hemos conocido que hay ciertas variantes que se transmiten con más facilidad que otras”, dice la jefa de Control de Infecciones del Hospital Luis Vernaza, en Guayaquil.
El monitoreo implica hacer más estudios de alto costo y ese es un desafío en Sudamérica, donde el impacto social de la pandemia todavía no termina de calcularse. La plataforma Gisaid contabilizó hasta el viernes 2 930 217 secuencias. La región apenas alcanza el 2% y Ecuador representa el 0,06%, en un esfuerzo compartido entre universidades y el Inspi.
Pero si bien la mutación es un proceso natural, existen factores sociales en la región que podrían ser el detonante de nuevas variaciones. Entre ellos, el epidemiólogo Federico Cabrera destaca la intensa movilidad humana generada por la migración.
“No existe un sistema de coordinación y control entre los países, como la aplicación de pruebas pese a la vacunación. Por el contrario, hay un alto flujo de personas, tanto por pasos legales como no controlados. Eso implica un riesgo por esta y otras enfermedades”.
El ritmo de vacunación también plantea desafíos regionales. La semana anterior, la OPS informó que una de cada cinco personas en América Latina y el Caribe ha completado el esquema de vacunación.
Y mientras algunos países se plantean subir del 70 al 85% sus coberturas, al incluir a grupos adolescentes, otros no superan el 5% de la vacunación y atraviesan serios problemas de desabastecimiento.
Para el epidemiólogo Jhonny Real, las desigualdades en el avance de las campañas de los gobiernos dejan un campo abierto a nuevas y más infecciosas variantes, particularmente entre los grupos no inmunizados. “La vacunación debe verse como un escudo humano en los países de la región que nos permitirá tener mejores condiciones para enfrentar esas nuevas variantes, que podrían ser más letales”.